Las exportaciones de vino cierran el año a la baja y preocupa el panorama para 2024

En el acumulado entre enero-noviembre, la baja llega al 27%. La vuelta de las retenciones y el aumento de los costos complica las perspectivas.

El 2023 cerrará con saldo negativo en las exportaciones de vino. - Foto: Archivo / Los Andes
El 2023 cerrará con saldo negativo en las exportaciones de vino. - Foto: Archivo / Los Andes

Con el año prácticamente cerrado, el panorama para las exportaciones argentinas de vino parece no ser el mejor. Aunque el sector se esperanzaba en lograr un repunte con un tipo de cambio más competitivo, las medidas económicas tomadas por el presidente Javier Milei y su equipo volvieron a poner sobre la mesa las retenciones (del 8%) para el sector -algo que la gestión en el Ministerio de Economía de Sergio Massa había eliminado- y la incertidumbre es más fuerte que la esperanza por estos días.

De acuerdo a las cifras aportadas por el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), en los once primeros meses de 2023, Argentina exportó 180,5 millones de litros de vino (-27%). Esto quiere decir que se exportaron 66,8 millones de litros menos con respecto al mismo período del año 2022. De ese total, 139,7 millones (77,4%) corresponden a vinos fraccionados (-24%) y 40,9 millones (22,6%) son vinos a granel (-35,7%).

El precio promedio del vino total en el acumulado enero-noviembre fue de 3,50 dólares/litro (+12,9%), llegando el fraccionado a 4,23 dólares/litro (+9,1%) y el granel a 1,00 dólares/litro (+18,0%). En el período enero-noviembre ha aumentado el precio medio de los vinos varietales, espumosos y sin mención varietal.

Esta baja también se ve si analizan los números de las bodegas argentinas en particular. Un informe de la consultora Market Research & Technology (MRT) reveló que las principales empresas exportadoras de vino del país están a la baja en el acumulado de enero a noviembre, con un promedio -24,43% (un número casi idéntico al del INV para el vino fraccionado).

Por caso, Grupo Peñaflor S.A. (propietario de bodegas como Trapiche, El Esteco, Navarro Correas, Costa & Pampa, entre otras) experimentó una baja del 25% en comparación al mismo periodo de 2022, con poco más de 3,8 millones de cajas de 9 litros vendidas al exterior. Situación similar a la de las otras dos compañías que completan el podio: Bodegas Esmeralda S.A. (Catena Zapata) bajó sus exportaciones 25,39% (1,2 millones de cajas) y La Agrícola S.A (Familia Zuccardi) registró -30,35% (638 mil cajas).

Aunque la relación del valor FOB con la cantidad exportada mejoró para casi todas las bodegas en un 9,59% en promedio, el precio al que se vendió al exterior fue más bajo que en 2022 en casi todos los casos. Volviendo a tomar las tres primeras bodegas de la lista, Peñaflor cerró al mes de noviembre con un registro de -17,89%; para Esmeralda fue casi idéntico, con -17,83% y La Agrícola tuvo -24,91%.

Las exportaciones de vino fraccionado promedian -24%.
Las exportaciones de vino fraccionado promedian -24%.

Sin margen para la competitividad

Una de las grandes preocupaciones del sector es, como lo mencionamos, la vuelta del pago de los derechos de exportación. Incluso, fue un asunto sobre el que el gobernador de Mendoza, Alfredo Cornejo, se manifestó pidiendo que vuelvan a ser del 0% para los productos vitivinícolas. En este sentido, explicó que las retenciones del 8% para vitivinicultura representarían “un ingreso de U$S 60 millones por año”, lo que significaría “un 0,005% del Gasto público de la Administración Nacional”, por lo que no lo consideran una recaudación significativa.

Esta situación viene a sumar un aliciente a un mercado del vino argentino poco competitivo en las góndolas del mundo. “Hemos perdido los segmentos más importantes para el país, son todos los de 40 dólares la caja hacia abajo. Éramos líderes potentes en muchos mercados y hoy hemos perdido esas franjas por el tema costo”, explicó Alejandro Vigil, presidente de Wines of Argentina (WofA). De todas maneras, el enólogo se mostró optimista con poder lograr un entendimiento con Estado nacional para reveer el pago de los derechos de exportación.

Para Fabián Ruggeri, presidente de la Asociación de Cooperativas Vitivinícolas Argentinas (Acovi), el pago de las retenciones es un “impuesto distorsivo” para el vino, ya que la alícuota se aplica sobre el producto final exportado (con todo el valor agregado) y no solo sobre el vino.

“Hoy tenés una competitividad diferencial, pero según los estudios que se han hecho, con un 2% de evaluación mensual, que es lo previsto para el dólar, pero con una inflación que va a estar muy por encima de eso, estamos previendo que para mayo, como máximo, se acabará toda la diferencia de competitividad que tenemos hoy, además de empezar a tener pérdida directamente con el pago del 8% de retención. Así que estamos muy preocupados para ver cómo va a seguir el tema”, argumentó Ruggeri.

Ramiro Barrios, director de la Comisión de Comercio Exterior de Bodegas de Argentina (BdA), coincidió con el análisis de Ruggeri y planteó que el panorama para las exportaciones argentinas es incierto. Y a las complicaciones ya mencionadas que han llevado a una Argentina poco competitiva en el mundo sumó otro factor: “Hay consumidores más jóvenes que no están priorizando el consumo de vino, hay otros productos como los ready to drink que han ganado participación. Tenemos que ir a salir a buscar nuevos consumidores y eso requiere esfuerzo para promocionar, para participar, para estar en el mercado y para eso es necesario tener competitividad”, consideró.

“Mi expectativa sería que la caída se acelere y esperar a ver algún tipo de crecimiento hacia mediados del año próximo, pero todo va a depender mucho de las herramientas con las que contemos y cómo la macroeconomía en Argentina se desarrolle”, añadió Barrios.

Buenas sensaciones por las desregulaciones

Otra de las grandes novedades para el sector fue la desregulación de la vitivinicultura incluida en el DNU anunciado el pasado miércoles por Javier Milei. En este sentido, el decreto determinó la derogación de las leyes N° 18.600 de contratos de elaboración de vinos, la N° 18.905 de política vitivinícola nacional (1970) y la N° 22.667 de reconversión vitivinícola (1982). Si bien en todos los casos consideraron que se trata de normativas que prácticamente no tienen vigencia en la actualidad, lo tomaron como un signo positivo para la actividad.

“Te diría que es un buen avance con el tema de contratos, eso me parece algo positivo, pero esperemos que sigan desregulando realmente la actividad porque las reglamentaciones que han hecho hasta el momento no impactan tan fuerte en la actividad”, opinó Alejandro Vigil.

En contrapartida, Fabián Ruggeri puso el foco en el mismo punto, aunque no con tanto optimismo. “Si bien están vigentes, no son leyes que estén usándose prácticamente. Excepto la de contratos de elaboración, que ahí nos hace un poco más de ruido. No estamos seguros de cómo se podría subsanar esta situación, a pesar de que existen leyes provinciales que obligan a realizar un contrato de elaboración, con lo cual en definitiva habría algún complemento”, planteó. Asimismo, consideró que hay que esperar a la reglamentación de la norma para entender sus efectos finales.

Por último, Ramiro Barrios comentó: “En la filosofía me parece que el objetivo es bueno. Por los análisis que hemos hecho, el impacto no es tan fuerte porque muchas de estas leyes ya no se estaban aplicando. De todos modos, creemos que es un primer paso a simplificar, a desregular y permitir que la industria pueda simplificar sus procedimientos, eso es lo que de hecho nosotros pedimos. Hacerle la vida más fácil a las bodegas para poder exportar y poder llegar a los mercados con la menor burocracia posible”.

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