El oficio imposible

La autora mendocina aporta este cuento sobre la pasión de escribir a nuestra sección Aguante la ficción.

El oficio imposible, de Camila Balter. Ilustración: Gabriel Férnandez.
El oficio imposible, de Camila Balter. Ilustración: Gabriel Férnandez.

Veía historias hasta debajo de las piedras. No porque estuvieran ocultas: de hecho, eran totalmente visibles. Eran tan evidentes. Todo lo que sentía, tragaba o escuchaba se le presentaba como una verdadera historia. Pero cuando intentaba transformar esa materia prima en un producto narrativo cerrado, coherente y atrapante, su mente se quedaba en blanco. Como la hoja. Sus manos se paralizaban. No podía decir nada sobre las miles de historias que desfilaban frente a sus sentidos o que desprendía su imaginación. Ninguna podía estamparse en la hoja y mancharla de letras y signos de puntuación.

Y entonces lloraba con desesperación. Deseaba ese impulso frenético y ajeno que guiara su mano y le hiciera tejer esa mágica guarda que forman las palabras y que los renglones reciben con dócil predisposición.

Hasta que un día lo asaltó una historia que le arrancó de la cama. Se puso inmediatamente a escribir y no pudo parar. Tuvo que faltar al trabajo. Y al día siguiente, también. Las historias se le fueron presentando una tras otra, sin descanso, como si hubieran estado siempre allí, demoradas por alguna persona de aduana.

Llegó así una nueva esclavitud. El lápiz se convirtió en su nuevo patrón. No había tiempo ni posibilidad para desobedecer ni corregir. Cuando acabó la última historia, la mente otra vez se apagó. Se quedó sin trabajo nuevamente. Lloró con desesperación.

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