La palabra y la errancia, un libro para indagar la filosofía de la no existencia

Partiendo desde una mirada existencialista de la vida, determinada entre el nacimiento y la muerte, Emmanuel Taub presenta una serie de parágrafos para pensar la existencia desde su negación, abordando preguntas que darán como resultado, otras nuevas, tal vez más profundas.

El cuarto libro de Emmanuel Taub propone una exploración filosófica en torno de la existencia.
El cuarto libro de Emmanuel Taub propone una exploración filosófica en torno de la existencia.

La palabra y la errancia es la cuarta publicación de Emmanuel Taub, en la que invita a indagar en una filosofía de la “in-existencia”, tal vez como una negación del ser propio en contraste con el Ser Supremo (Dios) o, por el contrario, como una mirada profunda hacia el interior de uno mismo, en el descubrimiento de la propia finitud.

Taub es doctor en Ciencias Sociales, filósofo, docente universitario, colaborador en el INADI en los temas de antisemitismo, colaborador en el diario argentino La Vanguardia y erudito en angeleología judía. También es investigador del CONICET y sus áreas de trabajo son el pensamiento y la mística judía.

Sin embargo, este libro nace “desde el pensamiento judío pero no es un libro de judaísmo”, explica Taub, quien lo define como un libro filosófico contra la filosofía. En estas páginas se pueden encontrar pensamientos con distintos conectores, que abordan la inabarcabilidad de la existencia, la vida, la muerte y la libertad, pero que no se erigen como sentencias sino como una invitación a pensar aquello en lo que estamos inmersos (lo cotidiano) a la vez que contrasta con una constante referencia a la conceptualización de la idea de Dios.

“Solo una filosofía que entiende del fracaso de la pregunta puede preguntarse por Dios”, dispara desde la contratapa, invitando a embarcarse en una lectura ágil pero profunda, en la que cada parágrafo es un cuestionamiento desafiante al pensamiento. “A mi me encanta discutir, entendiendo que es uno de los mejores ejercicios del pensamiento cuando no se trata de imponer la razón”, manifiesta en esta entrevista con Los Andes, en la que no solo se habló de su libro sino también de filosofía, metafísica, judaísmo y pensamiento contemporáneo.

Taub es autor de tres obras anteriores: Otredad, orientalismo e identidad (2008), La modernidad atravesada. Teología política y mesianismo (2008) y Mesianismo y redención. Prolegómenos para una teología política judía (2013).

¿Cómo hay que leer La palabra y la errancia?

No sé si es difícil o fácil leerlo, lo que importa es lo que le genera a la persona que lee, te diría que hasta se podría leer de atrás para adelante y tiene una lectura lógica en el propio libro. Además a mí me gusta mucho que en el libro se puede pasar las hojas y poner un dedo y también se va a poder leer.

Me costó mucho sacrificio y ego aprender a hacerlo, que es aprender a mutilarse, sobre todo en comparación con mi libro anterior “Mesianismo y redención” que era de 500 páginas, y que a nivel conicetiano y de investigación fue muy bueno lo que me generó, pero releyendo me di cuenta que había un párrafo que a mí me encantaba y tres que lo diluían y que también te hacían perder lo importante de la página.

Por esto la estructura de este libro (La palabra y la errancia) es así, porque si para mí ese párrafo es lo que tiene que ir, no quiero seguir escribiendo.

Otra cosa que me marcó fue que a los 19 años yo estaba empantanado con “Ser y tiempo”, de Heidegger, y uno de mis maestros, amigos y mentores en cuanto a cómo leer estos autores, que es Hugo Mujica, me dijo “no te quedes empantanado en ese parágrafo porque vas a terminar siendo esos académicos que andan con los tomos de Marx, Lacan o Heidegger toda su vida. Seguí leyendo y destrabate aunque no lo hayas entendido como hubieras querido, y por lo menos vas a disfrutar la palabra y la lectura”. Creo que mi libro tiene esas dos cuestiones: meterse en el sentido pero también disfrutarlo en la lectura. Es un libro para leer, no solo para pensar.

Una de las frases que extraje fue “un pensamiento que genera respuestas se clausura en la respuesta” ¿Esto no genera un pensamiento circular? ¿No considerás que las respuestas permiten avanzar?

Creo que de eso trata esta filosofía, de la in-existencia, que es lo que dice la contratapa: “solo una filosofía que entiende del fracaso de la pregunta puede preguntarse por Dios”, y es que La Verdad es inaccesible al ser humano. Cómo entender a Dios, o decir qué es Dios es inaccesible. Una respuesta en ese sentido para mí se vuelve imposible porque aquello que está más allá de nuestro conocimiento, de nuestro lenguaje, no tiene respuesta o por lo menos cualquier respuesta que le demos no va a ser la respuesta, o no va a ser la verdadera. Y ahí está entender el fracaso, entonces sigo preguntándome. Me parece que es construir un pensamiento que pregunta y que no responde, porque la historia del positivismo, de la modernidad, y de la filosofía es tratar de responder a las preguntas y también es muy judío que a una pregunta se la responde con dos preguntas. Por lo cual más que una circularidad es el diálogo entre dos que preguntan más que entre dos donde uno siempre está tratando de dar respuestas, porque sino más que un diálogo hay una relación de dominación y hasta de opresión donde alguien siempre tiene la razón o quiere imponerla.

A mí me encanta discutir pero entendiendo que la discusión es uno de los mejores ejercicios del pensamiento cuando no se trata de imponer la razón sino de seguir argumentando. Y esa es la idea de este libro, que te genere incomodidad, dudas y te movilice los preconceptos, porque yo también necesito movérmelos.

Utilizas muchas veces palabras separadas del prefijo, como in-existente, a modo de reforzar el adjetivo, generando a la vez, un nuevo significado tanto en la palabra como en la frase. ¿Esa era la idea o hay algo detrás que no se percibe a primera lectura?

Para empezar, se lo tuve que explicar a mi correctora y mi editora para que no lo cambiaran porque era fundamental para “La palabra y la errancia”, porque todas las palabras donde aparece el guion y la separación están vinculadas o hacen referencia a eso que está más allá de nuestro entendimiento y que sería Dios. En realidad es un libro sobre Dios y es la mayor libertad porque no sabemos nada y no podemos decir nada. A mí me gusta siempre citar a Buber y a Rosenzweig, dos pensadores judíos modernos que dijeron en diferentes textos “lo único que podemos decir de Dios es que Dios es Dios” y en ese sentido es un significante tan amplio por lo menos para la tradición judía, que no es una sola cosa sino que se puede pensar desde deferentes lugares y da libertad. Cuando aparece in-existencia o im-posibilidad, es siempre referido a ese espacio donde se encuentra lo divino y que no puede tener acceso o relación con lo mundano, al menos como lo pensamos como una injerencia en el mundo material.

Paul Valéry decía que lo peor que le puede pasar a un poeta es que le pidan que explique el poema. Cómo lo entendiste vos también le dio sentido a lo que escribí yo. Porque eso de la interioridad es parte de la imposibilidad, entonces no puedo decir si es bueno o malo, sino que es justamente lo que buscaba, que cada uno tenga su interpretación de eso

Este libro es desde el pensamiento judío pero no es un libro de judaísmo. Me parece que es interesante decir que el pensamiento judío es el comentario del comentario del comentario y que en realidad y nunca aparece un comentarista que presenta un avance sobre otro. No es una ciencia en donde una teoría reemplaza a la otra. Un comentario, ya sea desde la mística, desde el rabinismo o desde la filosofía judía o desde la tradición bíblica que se agrega a la anterior y eso genera una mochila o una caja de herramientas que cargamos y donde tenemos todo un abanico de donde tomar para pensar toda una cuestión.

¿También puede interpretarse desde la mirada metafísica?

Es un libro contra la filosofía, desde la filosofía. Y entendiendo la filosofía, y el pensamiento judío, que no son lo mismo. Siempre digo “pienso como pre moderno y vivo como postmoderno” en el sentido de tratar de construir reflexiones que no caigan en el proceso de la burocratización de la ciencia.

En ese sentido es un libro de filosofía, de teología, de pensamiento judío, de literatura, de poesía , de arte porque está el capítulo de Duchamps, porque están las tesis finales sobre La Escritura, porque hay paratextos sobre Paul Celan y Edmon Jabès. Creo que el libro va en contra de este exceso de racionalismo donde nos colocaron y sobre esta imposición de una esquizofrenzación del pensamiento. Porque según lo que predicás, tenés que pensar solo dentro de la filosofía, y dentro de la filosofía, tiene que ser griega o alemana o francesa ¿Y la literatura? nuestros grandes pensadores y filósofos entendían que uno no puede separar en la cabeza lo que genera pensamiento. Yo leo una novela, un poema o un tratado de Spinoza con una lapicera en la mano escribiendo en los márgenes, porque todo me genera una idea, o una reflexión contra otra reflexión. En ese sentido es un libro que trata de no caer en los límites que nos impuso no solo la modernidad, sino también la universidad. Y en eso es muy metafísico.

Una de las más duras frases de libro “Hemos sido arrojados al desierto de la finitud, que es errancia, soledad y olvido”, plantean una mirada existencialista de la vida, como un destino muy triste para la Humanidad ¿es tu mirada propia, desde la filosofía, el judaísmo o es el signo de los tiempos?

Es mi mirada y la busco en la filosofía, en el judaísmo y en el signo de los tiempos porque también sostengo el pensamiento existencialista y totalmente pesimista, como la posibilidad de mirar el precipicio o mirar el abismo, y no darle vuelta la cara. Eso es lo que hace la filosofía: entiende que la muerte es lo que determina la vida, que nosotros somos finitos y que estamos todo el tiempo buscándole un sentido al sinsentido de vivir, porque no elegimos nacer. Pensar nuestra propia muerte es tal vez la decisión de mayor libertad y radicalidad. No así nacer, por eso entiendo que tener un hijo es uno de los actos más egoístas del ser humano, pero no tenerlo también lo es.

Desde ahí, el pesimismo. Porque lo que determina la vida es la muerte y nosotros que intentamos darle sentido a la vida estamos aferrados a dejar algo: un hijo, un libro, hacer historia. La historia no existe, a nivel individual o institucional son una serie de subjetividades que creemos que marcan nuestra propia identidad, por eso la remarcamos en el pasado y decidimos olvidar. Nadie puede recordar todo. Decidimos qué recordar y qué olvidar como hechos fundacionales de lo que somos. En realidad el pasado es olvido y el olvido es pasado, y nuestro exceso de antropocentrismo nos vuelve locos y nos pone tozudos en querer sentir que no estamos acá sin sentido, y a la vez sentir que nada tiene sentido es lo que nos permite construir algo. Ese es el fracaso de la pregunta.

Pero si lo que está entre el nacimiento y la muerte, es la vida, ¿Por qué tiene que ser “errancia, soledad y olvido”?

Yo diría que entre la vida y la muerte lo que está es la supervivencia, porque ante todo estamos todos sobreviviendo a las condiciones que nos impuso el sistema que construimos. Hay un momento paradigmático que tiene que ver con 1789, la Revolución Francesa y el documento más importante que es la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, en donde por primera vez se dice que somos iguales y por ser humanos tenemos derechos naturales inalienables, y uno de esos derechos es la propiedad. Sin embargo la propiedad es una construcción, no es natural. Y el texto bíblico se inicia con un capitalismo que te dice “los echan del paraíso, van a tener que trabajar”; Caín mata a Abel “va a tener que trabajar el doble porque nadie le va a dar tierras”. Entonces la supervivencia es lo que marca la vida y por eso abogo por las tareas inútiles, como pensar. Porque lo útil se traduce como lo que valemos en el mercado -de las ideas, laboral, político- pero dedicarse a las tareas inútiles y tener la suerte de poder hacerlo, amo hacerlo.

Los griegos consideraban el ocio como algo productivo y veían como inferiores a aquellos que no le dedicaban tiempo. Por eso le colocaban el negativo delante (neg-ocio) y se refería a aquellos que se dedicaban al comercio. El pensamiento tenía otro valor intrínseco que hoy tal vez se ha perdido.

Yo creo que el gran problema de pensar es que como dice el grabado de Goya “Los sueños de la razón producen monstruos”. Pensar es trágico porque es entender nuestra propia muerte y finitud y justamente todo lo que dice el libro y que estamos luchando contra eso. Pero acá no hay una teoría moral, algo no es mejor que lo otro. Admiro a aquellos que pueden vivir con actividades sin pensar en estas cosas, es una forma de vida que me hubiera encantado tener.

Pensar es destruir todo y eso te da la posibilidad de construirlo desde otro lugar sin que te lo estén traduciendo o imponiendo

Tu cabeza no para ¿Cómo hacés para relajar?

No me relajo, no puedo. No duermo desde muy chico, duermo 3 o 4 horas y después parte de la terapia y de la vida fue aprender a dormir. Hay un ejemplo que lo muestra todo y es que desde chiquito me mandaron a una fonoaudióloga porque no sabía respirar. Bueno, me la paso todo el tiempo aprendiendo a dormir, a disfrutar. Y para mi la escritura es algo trágico que me angustia, pero es algo que me encanta hacer. Se lo digo también a los tesistas y a los que trabajan conmigo a nivel académico. No existe la objetividad, ni en las ciencias duras, ni en las ciencias humanas. Puede ser en las fuentes que querés analizar, pero si no está puesta tu subjetividad en el problema que querés analizar, si no está tu pasión, lo vas a sentir como un trabajo de 8 a 18. Ese también es un problema para mí: lo que hago, lo hago todo el tiempo. Pero también entendí que no quiero escribir mucho más de lo que quiero escribir. Tengo en la cabeza cómo va a terminar esto y no quiero más porque quiero disfrutar algunos años.

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