Narrativa fantástica en Mendoza: Alejandro von der Heyde

En esta columna nuestra especialista se enfoca en la obra de este escritor que engarza en su prosa el relato de fantasmas y sucesos sobrenaturales.

Relatos de fantasmas y seres del ultratumba con los que pueblan los cuentos fantásticos de Alejandro von der Heyde.
Relatos de fantasmas y seres del ultratumba con los que pueblan los cuentos fantásticos de Alejandro von der Heyde.

En un mundo que es el nuestro, el que conocemos […] se produce un acontecimiento imposible de explicar por las leyes de ese mismo mundo familiar. El que percibe el acontecimiento debe optar por una de las dos soluciones posibles: o bien se trata de una ilusión de los sentidos, de un producto de la imaginación, y las leyes del mundo siguen siendo lo que son, o bien el acontecimiento se produjo realmente, es parte integrante de esa realidad […] Lo fantástico ocupa el tiempo de esa incertidumbre”. Tzvetan Todorov Introducción a la literatura fantástica.

Como señala Víctor Gustavo Zonana en “Mundos extraordinarios en Mendoza” (2007-2008), la narrativa fantástica escrita en Mendoza o por escritores mendocinos radicados en otras zonas del país, ha fundado una sólida tradición que cuenta con algunos representantes notables. En la década del 60 asistimos a la configuración de uno de los más sostenidos proyectos escriturarios de este tipo: el de Alejandro von der Heyde Garrigós (1903 - 1986), autor de las siguientes obras: La casa de los jazmines (1960); La fuente mágica (1960); Los espectros de Punta Ballena (1961); Sangre en Maldonado (1964); La maldición de los Haighbarton (1965); Cuentos fantásticos; 4° serie (1967); Réquiem para un ejecutivo (1974); Cuentos fantásticos; 5° Serie (1974); Crónicas de sangre (1978); Ánimas en Punta del Este (1980) y Mimosas para Rocío (1984).

Lo que llama la atención en este conjunto es la pervivencia de tradicionales fórmulas del género fantástico, usuales en el momento su configuración en las letras argentinas y que perduraron hasta las primeras décadas del siglo XX. Este aparente anacronismo resalta, sobre todo, si se comparan estos textos con otras manifestaciones emergentes de una nueva concepción de la modalidad no realista, que ronda lo absurdo o el realismo mágico. En tal sentido, se podría establecer una relación con la obra de Fernando Lorenzo, en este caso, concretamente, con su novela Arriba pasa el viento (1961), en la que los modos de configuración del efecto fantástico responden a los cambios que se verifican en la cultura occidental en su conjunto y muy particularmente en los años 60, con la influencia de la corriente del absurdo, el psicoanálisis y, en las letras hispanoamericanas, el surgimiento del realismo mágico, como ya se dijo.

Alejandro von der Heyde Garrigós
Alejandro von der Heyde Garrigós

Alejandro von der Heyde Garrigós nació en Buenos Aires el 15 de noviembre de 1903 y murió en San Martín, Mendoza, el 5 de febrero de 1986. Su padre era de origen peruano pero radicado en Mendoza y su madre pertenecía a una familia porteña. Alejandro se radicó en Buenos Aires y allí publicó la mayor parte de su obra literaria, de neto corte fantástico, si bien en ella se destaca el amor por el terruño cuyano y sus tradiciones.

En la configuración de su mundo narrativo intervienen de modo decisivo los viajes que realizó, tal como pone de relieve Edmundo Correas (1967): “[s]us viajes, el contacto con civilizaciones y personajes de lejanas tierras y su inquietud insaciable asoma en todos sus cuentos”. De este modo responde cabalmente, aun a destiempo, al cosmopolitismo que caracterizó a nuestros intelectuales y hombres de letras a partir de la denominada “Generación del 80”.

Acerca de su escritura también afirma Correas que “escribe con natural fluidez y con la misma naturalidad crea seres de ultratumba, sombras o espectros de los que fueron y los anima con tan viva efusión que él mismo parece ser actor o espectador de un mundo misterioso o escalofriante”.

Efectivamente, en muchos de sus relatos podríamos considerar como denominador común la presencia de un “fantasma” que obedece en general a los rasgos característicos del género: a) es el muerto que se ignora, el muerto que se niega a aceptar su muerte. Insiste en un espacio que no puede ser histórico y que desbarata y pone en crisis el curso de la historia; b) el fantasma es una aparición en forma humana, pero carente de cuerpo. Su relación con los hombres de carne y hueso es asimétrica; c) es un sujeto sin historia, porque carece de temporalidad sucesiva.

Pero la cita de Correas nos ilustra asimismo sobre otro rasgo clave en la configuración del fantástico literario y que tiene que ver con la naturalización de los mundos fantásticos a través de la autoridad atribuida al narrador. En varios de estos textos asistimos al discurso de un narrador homodiegético que acepta sin cuestionamiento la existencia de un mundo ajeno al habitual o, en ocasiones, es él mismo un habitante de ese mundo de ultratumba. Esa naturalización de lo sobrenatural es heredera de la capacidad mística que los románticos conferían al lenguaje simbólico artístico de diluir las fronteras entre el orden de lo real y de lo imaginario o inexperimentado. Lo fantástico romántico es configurado como manifestación inequívoca de la existencia de mundos que no pertenecen al dominio de lo empírico sensible

Esa naturalización de lo sobrenatural se produce también por medio de la explícita vinculación con lo alegórico religioso (“Riña en el barrio de Saúde”), o bien, al ubicarse en el ámbito de las creencias y supersticiones populares, como también ocurre en otros relatos de von der Heyde.

Finalmente, entronca la narrativa de nuestro autor con los orígenes del género en nuestras letras. Según Luis Sáinz de Medrano (1991), a fines del siglo XIX, “[l]o fantástico se abría camino decididamente en un panorama literario [el americano] hasta entonces dominado por las malezas del criollismo y del naturalismo” (17), aun sin desconocer antecedentes como los que registran la obra de Juana Manuela Gorriti o Eduardo Holmberg.

Este impulso sigue en el Modernismo y denota la influencia de Poe y de Hoffmann, a la vez que se diversifica en tres líneas predominantes: una, puramente lírica, otra que esconde una reflexión social y una tercera que incorpora elementos del discurso científico o pseudo-científico. Esta última se explica, según Paul Verdevoye (1985), en el hecho de que “bajo la influencia del positivismo la literatura mira hacia la ciencia y le pide coartadas para fundamentar sus creaciones”. Esta influencia se verifica en Quiroga y Lugones (y también en algunos relatos de von der Heyde). Se trata igualmente de una “racionalización” de hechos aparentemente misteriosos, pero con un signo diferente.

Presencia de fantasmas, recurso a lo sobrenatural legendario; creencia en fenómenos supra normales o pseudo científicos…, intención de provocar en el lector esa “vacilación” de que hablaba Todorov… todo ello permite adscribir la narrativa de von der Heyde al fantástico tradicional. Pero esto de ningún modo resta importancia a su proyecto narrativo, que se singulariza en el concierto de las letras mendocinas por tal adhesión genérica.

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