Shiva Baby: una excelente comedia para incomodarse de horror

La ópera prima de la canadiense Emma Seligman ahonda en las tradiciones judías a través de la mirada de una joven bisexual, con un ingenioso sentido del humor y un tratamiento visual claustrofóbico.

Shiva Baby (2020) de Emma Seligman
Shiva Baby (2020) de Emma Seligman

Para quienes por algún prejuicio digan que en los tiempos actuales es imposible hacer comedia, “Shiva Baby” (2020) es la respuesta perfecta para demostrar lo contrario. Y no necesita demasiados artilugios para la tarea de hacer reír y hasta horrorizar: apenas una locación, seis personajes y un filoso guion sobre lo pésimo que puede resultar reunirse con la familia.

La debutante canadiense Emma Seligman dirige esta comedia negrísima que nos presenta a Danielle (la comediante Rachel Sennott), una joven bisexual que sufre la típica presión familiar debido al rumbo poco ortodoxo de su carrera. Ella trabaja como niñera ante la nula oferta laboral de sus estudios universitarios sobre arte y género, sale con un padre de familia en busca de un beneficio económico (Max, interpretado por Danny Deferrari) y se cruza seguidamente con su exnovia y mejor amiga Maya (Molly Gordon).

Los conflictos de esta insegura Danielle explotan en una tarde de Shiv’ah (funeral judío), al que se ve obligada a asistir junto a su bocona mamá Debbie (una estupenda Polly Draper) y su exasperante papá Joel (Fred Melamed). Para su desgracia, allí coinciden el sugar daddy que mantenía en secreto, su bella novia (Dianna Agron) y el bebé llorón de ambos. Y también su expareja Maya, tan gentil y aplicada que se vuelve objeto de comparación constante para Danielle. Así que entre bagel y salmón ahumado, las ansiedades, la necesidad sexual y los miedos expuestos conforman un cóctel de pesadilla.

“Shiva Baby”, estrenada en el Festival Internacional de Cine de Toronto (TIFF) y que también giró por el de Mar del Plata, es una expansión del cortometraje que Seligman presentó en la Escuela de Artes Tisch de la Universidad de Nueva York, donde se graduó en 2017. En carácter autorreferencial, la joven plasmó parte de sus inseguridades y críticas al crecer en una familia tradicional judía y experimentar en carne propia cómo las mujeres están limitadas en cuanto al amor y la libertad sexual.

Durante su etapa universitaria, sin embargo, para Seligman era común ver que sus amigas se registraran en apps de citas, aunque omitiendo el peligro y el falso empoderamiento.

“Lo que me atrajo fue el elemento de poder que, para mí, no era real”, recordó Seligman durante una entrevista reciente con IndieWire. “En ese momento, me estaba dando cuenta de que el único poder que tenía en mi vida y que formaba mi autoestima era la validación sexual. Esa se convirtió en la base de la película: una joven mujer que se da cuenta de que no tiene tal poder”, comentó la directora sobre las engañosas apariencias de estas actividades.

Si bien a simple vista “Shiva Baby” emplea muchas características del cine independiente (está ambientada en menos de 24 horas, filmada en una casa y con una actriz desconocida), Seligman no se limita al terreno archiexplorado de la coming-of-age para zafar de los riesgos presupuestarios. En cambio, la cineasta inserta a sus criaturas en una narración incómoda y trepidante al mismo tiempo, coqueteando con el horror psicológico de Darren Aronofsky y emparentándose en el manejo de la tensión con los hermanos Safdie. El desconcierto interior de la protagonista no se queda en gestos, miradas y frases cringe dignas de las redes sociales, sino que se traslada a la construcción de las imágenes y a una nerviosa banda sonora creada por Ariel Marx.

En un principio, la directora de fotografía Maria Rusche pensó darle a la película una cubierta símil comedia romántica, pero se inclinó por consejo de Seligman por el cine de terror. En “Shiva Baby”, la claustrofobia está presente de inicio a fin, debido a la traducción visual de los sentimientos de Danielle. La deformación de los lentes anamórficos provocó que las paredes literalmente pudieran derrumbarse sobre la atormentada protagonista. Además que la profundidad elegida permitió darles relevancia a ciertos personajes en el tumulto del Shiv’ah, subrayando la opresión hacia la joven.

Pese a que el rodaje tomó 16 días, Seligman solo pudo hacer coincidir a los seis artistas principales en dos días. Entonces, el desafío fue cuidar al máximo la continuidad. Se programaron los mismos actores de fondo para las escenas en cada habitación (el “relleno”, coloquialmente hablando) y las cámaras en cierto ángulo para evitar ver otros espacios. Fue como un “juego de Tetris”, según comparó la directora en declaraciones a la prensa.

Tras el excelente recibimiento crítico de “Shiva Baby”, Seligman ya firmó contrato con HBO para estrenar una serie de comedia titulada “Sugar”, bajo la producción de Adam McKay (“Succession”). En la línea de su primera película, el piloto se centra en una joven judía que vive en Nueva York y debe equilibrar su vida como estudiante universitaria y su costado “dulce” hogareño.

En tanto que Rachel Sennott volverá a compartir proyecto con Seligman en “Bottoms”, filme sobre dos chicas queer poco populares que inauguran un club para tener relaciones sexuales antes de graduarse del secundario. De repetir la ingeniosa y disparada sintonía de “Shiva Baby”, el éxito estará otra vez garantizado.

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