Take the Money and Run: la hilarante ópera prima de Woody Allen

Tras una experiencia poco convencional (”What’s Up, Tiger Lily?”) y casi sin saber cómo encuadrar la cámara, el director neoyorquino más ácido se aseguró con esta comedia de 1969 una filmografía de libertad autoral absoluta.

Woody Allen dirigió, escribió y actuó en "Robó, huyó y lo pescaron" (1969), su primera película
Woody Allen dirigió, escribió y actuó en "Robó, huyó y lo pescaron" (1969), su primera película

“Si me despertara y no fuera gracioso, no sería yo. Eso no significa que no pueda despertarme de mal humor, odiando el mundo, cabreado con la estupidez de la gente, furioso ante el vacío del universo, lo que confieso que hago puntualmente cada mañana; pero en mi caso eso sirve para hacer brotar mi humor, no para anularlo”.

- Woody Allen en su autobiografía “A propósito de nada” (2020).

Si algo caracteriza al director neoyorquino es salir a la caza del público, una tarea obrera por la que pocos y afamados cineastas están dispuestos a torcer el ego. O los estudios, según al que le quepa el sayo. Ya sea confort o estrategia, el atractivo para el gran público se deposita mayormente en otros atributos. Quien encabeza el póster, la cosecha de laureles, una propiedad intelectual…

Woody Allen demostró su interés por contar las historias solo como él quiere desde “Robó, huyó y lo pescaron” (Take the Money and Run, 1969). Su primera película -o segunda para otros, como veremos en un rato- no solo es una de las comedias más hilarantes jamás creadas, sino también elemental por su estructura mockumentary (falso documental), tan repetida en los últimos años en la televisión y en el cine.

El filme tiene como protagonista a Virgil Starkwell (Allen), un inepto violonchelista devenido en ladrón. Acostumbrado a entrar y salir de la cárcel, recién encamina su suerte al conocer a Louise (Janet Margolin), una dulce joven que trabaja en una lavandería y se traga las patrañas por amor. Pero el impulso criminal del protagonista puede más y le devuelve el caos a su vida.

Virgil Starkwell (Woody Allen), un inepto violonchelista devenido en ladrón
Virgil Starkwell (Woody Allen), un inepto violonchelista devenido en ladrón

“Robó, huyó y lo pescaron” nació de la pluma de Allen y su amigo de la infancia Mickey Rose. El guion recién se hizo realidad gracias al interés de la pequeña empresa Palomar Pictures International, fundada por Edgar Scherick, un experto en el negocio televisivo y el bajo presupuesto. ¿Por qué entonces le aflojó un millón de dólares (en esa época, una cifra más rimbombante que ahora) a un precoz cineasta?

La primera incursión en el cine de Allen había sido como guionista y actor en “¿Qué hay de nuevo, Pussycat?” (What’s New Pussycat, 1965), una comedia de escaso vuelo y bastante sexista incluso para su época. Ni él mismo quiere hoy saber de ella: la considera una basura, pero de solvente taquilla. Le siguió su debut poco convencional en la dirección de “Lily, la tigresa” (What’s Up, Tiger Lily?, 1966), cortesía de su productor de confianza Charles H. Joffe. Allí se limitó a doblar los diálogos en inglés y alterar el montaje de un material fílmico original de Japón, una especie de parodia de James Bond repleta de estereotipos asiáticos y chistes que conviene ni citar.

Memorable: la pistola de jabón en "Robó, huyó y lo pescaron" (Take the Money and Run, 1969)
Memorable: la pistola de jabón en "Robó, huyó y lo pescaron" (Take the Money and Run, 1969)

Fueron sus facetas de comediante y dramaturgo para Broadway (“Don’t Drink Water” se adaptó en el cine en 1969) las que le aseguraron a Woody Allen un contrato con libertad creativa y autoral para “Robó, huyó y lo pescaron”, donde dejó una declaración a modo borrador de su arte, homenajeando a iconos del cine mudo como Charles Chaplin, Buster Keaton y Harold Lloyd y a otros modelos de referencia como el francés Jacques Tati.

La comedia fue filmada en San Francisco (la misma ciudad que después Allen eligió para “Blue Jasmine” [2013], quizá su última película lúcida), incluyendo escenas con reclusos reales en las instalaciones de la prisión de San Quintín. Junto con “Bananas” (1971), es la película donde mayor prevalencia se le da al slapstick.

En "Robó, huyó y lo pescaron" (Take the Money and Run, 1969), Woody Allen juega con el falso documental
En "Robó, huyó y lo pescaron" (Take the Money and Run, 1969), Woody Allen juega con el falso documental

En cuanto a lo estético y técnico, hay poco para indagar: “No sabía nada de cámaras, lentes, iluminación o dirección actoral”, confesó el director. Sí, en cambio, la gracia recae en el juego del falso documental -los padres con lentes y bigote falsos a lo Groucho Marx se roban las carcajadas-, el tono de voz del narrador Jackson Beck y la parodia a títulos como “Fuga en cadenas” (The Defiant Ones, 1958) o “La leyenda del indomable” (Cool Hand Luke, 1967).

Consciente de sus limitaciones, Allen debió corregir dos aspectos para que la película funcionara: la música -ausente en un primer corte proyectado- y el montaje. El héroe asignado fue Ralph Rosemblum, el mismo que repitió luego tarea en “El dormilón” (Sleeper, 1973) y “Annie Hall” (1977), por ejemplo. Él se encargó de recuperar material eliminado por Allen para “Robó…”, añadir la presentación del protagonista antes de los títulos y animar el derrotero con el jazz de Eubie Black. “Sin él, el proyecto se habría hundido”, admitió Allen.

"Robó, huyó y lo pescaron" (Take the Money and Run, 1969) de Woody Allen
"Robó, huyó y lo pescaron" (Take the Money and Run, 1969) de Woody Allen

Si bien con más de cinco décadas encima “Robó, huyó y lo pescaron” aún resulta fresca y descocada, es indisimulable el tufo a principiante en la labor cinematográfica. Los hallazgos son puntuales, como si fueran sketches independientes, más que una película sólida en su conjunto: la desafortunada niñez, la pistola de jabón, la vida de soltero, el asalto al banco, la fuga de la cárcel…

No obstante, la buena recepción del público a su primera comedia propulsó a Allen a lograr una alianza con United Artists, a partir de la que creó una seguidilla de clásicos envidiables. En todos los casos, dirigiendo guiones de su autoría: “Un gran director nunca podrá convertir un guion flojo en una película buena”.

Ya establecido en la industria, Woody Allen retomó el mockumentary tiempo después y tuvo su ansiada revancha con “Zelig” (1983), un filme de madurez narrativa, crítica social y sofisticación técnica.

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