Viejo con temas renales

El escritor y docente Federico Ceconato nos acerca este relato sobre un anciano y sus historias de amor.

Un divertido cuento sobre los amores que un anciano le cuenta a su enfermero. Ilustración: Gabriel Fernández.
Un divertido cuento sobre los amores que un anciano le cuenta a su enfermero. Ilustración: Gabriel Fernández.

¿Vos has estado enamorado pibe?- Me tira Juan Carlos mientras le cambio las sábanas y ventilo la pieza.

¿Yo? -Nnnsé ¿ por?

-Porque antes del Covid había un mundo, allá afuera.

El viejo tiene ganas de hablar, así que lo dejo. Más por humanidad que por ganas de escuchar.

-¿Si?

-Yo estuve enamorado tres veces, creo. La primera vez me enamoré de dos mujeres al mismo tiempo. Imaginate, cuesta creerlo ¿no? Yo pensaba que era imposible, que me autoengañaba, no sé. Pero comprobé que era así nomás. Una de ellas se llamaba Patricia, tenía los ojos azules y era muy alta y flaca, pero de esas flacas con culo ¿viste? Tetas no, nada. Había amamantado a dos pibes y parece que la habían dejado chupada. El tema es que yo la miraba, la observaba mucho. Me parecía muy linda hembra, pero algo no encajaba…

Papagayo. Iustración de Gabriel Fernández para el cuento "Viejo con problemas de riñoñes" de Federico Ceconato.
Papagayo. Iustración de Gabriel Fernández para el cuento "Viejo con problemas de riñoñes" de Federico Ceconato.

-¿Algo no encajaba en su vida?

-No, algo no encajaba en su cara, no sé, algo andaba mal. Patricia era hermosa, pero como que no terminaba de cuadrar ¿me explico? Y un día me di cuenta del asunto. Tenía un ojo y las cejas y las pestañas y la boca todo subido. Es como si la mitad de la cara fuera más grande que la otra o levemente corrida. En fin, cuando lo descubrí ya no importaba, yo estaba enamorado hasta los riñones (ahora me fallan claro). Así que aprendí a mirarla tapando una de las partes de su cara, medio que yo cerraba un ojo o mientras le cebaba unos mates, disimuladamente le tapaba un hemisferio con la mano y ahí me quedaba como sonámbulo, en media cara de esa mina que parecía una gata. Fenómeno pensé, no me la van a sacar, porque sin el truco de tapar, parece una piba normalita, pero yo la miro de “coté” y para mí es Greta Garbo. Cuando se despertaba por la mañana, sobre todo después de una noche de amor y vino, parecía que sus dos partes se habían corrido aún más y que su ojo derecho casi era el doble de grande que el otro, pero al primer café con tostadas se achicaba y volvía a su disparidad clásica ¿te gusta la palabra disparidad no pibe?

- Ah………

-Bueno, estaba en eso, metido con Patricia y conocí a Malena. Ella era diferente, tenía tetas para empezar, pero lo que me gustaba era verla comer. Yo la llevaba al COCO a comer choripán. ¿Viste el COCO, ese bodegón que queda en Godoy Cruz?, bué, ya no existe pero yo la llevaba. Siempre choripán con muchas salsas, ahí se comía eso. Salsa, mayonesa, le ponían zanahoria rayada, le ponían papitas fritas, tomate. Los tipos pensaban que quedaba mejor el chori o habían leído algo sobre el valor agregado, no sé. Malena comía y se churreteaba siempre, le estallaban los chorizos con un hilo de grasa que disparaba en cualquier sentido y asustaba a alguno que estuviera cerca. Era un primor ver a esa mujer comer. Tenía unos dientes blancos y grandes y una sonrisa diabólica y nunca engordaba. La gula era su pecado más prolífero pero parecía que su metabolismo pulverizaba todo lo que entraba a su cuerpo.

-Eh……., mire usted Juan Carlos. ¿Y la tercera mujer de su vida? Le pregunto apurado porque ya está terminando mi horario de cuidados y tengo que volver a casa a preparar la cena.

-Bueno… bueno… (paladea el viejo, como si disfrutara haciéndome desear unas palabras que no necesito).

-La tercera mujer no importa, porque fue la madre de mis hijos y yo sobre la madre de mis hijos no hablo con extraños, usted disculpe joven, no es personal. Y además… porque se fue hace mucho, con un policía, a vivir al Uruguay.

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