Cerezas: Las lluvias amenazan una temporada que prometía duplicar la producción

En los próximos días se sabrá si el granizo causó magulladuras, con lo que la fruta no se podrá exportar y se saturaría el mercado interno.

Si bien el pronóstico del IDR auguraba una temporada con buen volumen y la posibilidad de colocar producto en el exterior, las lluvias complicaron la cosecha de la fruta y ahora su destino es incierto. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
Si bien el pronóstico del IDR auguraba una temporada con buen volumen y la posibilidad de colocar producto en el exterior, las lluvias complicaron la cosecha de la fruta y ahora su destino es incierto. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

Después de varios meses casi sin precipitaciones, las lluvias reiteradas desde el jueves 12 coincidieron con el inicio de la cosecha de las variedades más tempranas de cereza. Mientras la temporada 2019 las heladas habían reducido en 75% la producción, el Instituto de Desarrollo Rural anticipaba para 2020 una que duplicaría a las de los dos años anteriores. Sin embargo, el granizo y el agua podrían interferir en este panorama favorable.

Es que la piedra del jueves 12 afectó a una propiedad en Panquehua (Las Heras), mientras la del sábado 14 produjo daños en zonas más extendidas del Gran Mendoza. Por otra parte, si continúan las lluvias, el exceso de agua podría provocar que la fruta se hinche y se rompa la piel. Estas situaciones causarían que no se pueda exportar y que el mercado interno tuviera sobreoferta, con lo que caerían los precios.

Diego Aguilar, presidente de la Cámara de Cerezas de Mendoza, comentó que realiza un monitoreo y que, en los últimos seis años, la semana antes e incluso el día anterior a que empiece la cosecha, llueve. Esto, señaló, no ocurría en el pasado y resulta complicado porque es el momento en el que la cereza alcanza la mayor dulzura y por eso es más susceptible a absorber el líquido y partirse, ya que el agua tiende a ingresar para “equilibrar” la elevada concentración de azúcar.

Por otra parte, explicó que la fuerte tormenta del jueves 12 sólo causó daño en una finca de cerezas que se encuentra en Las Heras, pero que el granizo del sábado ya impactó en las de Coquimbito y Russel (en Maipú), Luján y Agua Amarga (en Tunuyán). En ocasiones, detalló, la piedra deja una marca imperceptible en la fruta, que recién se empieza a notar, como abolladura, a los 10 días del evento.

De ahí que algunos productores opten por dejarla en la planta unos días más, hasta verificar si se produjo el denominado “pitting” (el hundimiento de la piel) y, de ser así, no cosecharla. De lo contrario, se arriesgan a invertir en esta tarea, el traslado y el empaque de un producto que luego no podrán comercializar.

Curiosamente, en setiembre, los pronósticos de largo plazo mostraban que, por el fenómeno La Niña, se podía esperar una primavera más calurosa y con menos precipitaciones que la media. Sin embargo, el tiempo guardaba sus sorpresas y la lluvia y el granizo aparecieron a último momento para la cereza ya que, hasta 10 días antes de que comenzara la cosecha, la 2020 perfilaba como una muy buena temporada.

El pronóstico del IDR señalaba que, después de dos años -2018 y 2019- en los que la producción fue de 2.346 y 2.245 toneladas, respectivamente, este año se esperaba obtener 4.751 toneladas, lo que implicaba un crecimiento del 211% respecto del año pasado. Otro dato significativo es que se anticipan calibres importantes, ya que el 57% (2.708 toneladas) tendría más de 26 milímetros al momento de sacarla de la planta. Esto implica que, si esta labor se acompaña de buenas prácticas de cosecha y postcosecha, podrían constituir una oferta exportable para los mercados que prefieren cereza grande, como es el caso de China.

Esto resultaba un dato alentador, ya que las heladas de 2019 causaron una merma muy marcada en la producción de cereza, mientras que en esta temporada las plantas tuvieron una gran cantidad de flores, de excelente calidad y favorables condiciones de cuaje. Esto, indica el IDR, sobre todo en el oasis Norte, donde se esperaba un incremento interanual de 552%. En cambio, en el Valle de Uco se produjeron heladas parciales y hubo viento caliente en el momento de la floración, por lo que disminuyó el porcentaje de fruta cuajada (se anticipaba un aumento de 200%).

Cecilia Fernández, jefa del Área de Gestión de Información Estratégica del IDR, comentó que, como el granizo fue relativamente pequeño, la fruta puede mostrar magulladuras, pero es apta para la comercialización, por lo que, si bien es posible que no se pueda exportar, no se pierden esos kilos de cereza. Sin duda, se perdería una oportunidad para todas aquellas con un calibre de 26 milímetros o mayor, ya que se pueden conseguir buenos precios en los mercados más exigentes. De todos modos, aclaró que las más pequeñas también se venden en los mercados externos, pero el valor es inferior.

Distinto es lo que puede ocurrir, indicó, si las lluvias son abundantes, ya que cuando se produce el “cracking” o rotura de la piel por exceso de agua en el interior, sólo se puede aprovechar para la industria, para elaborar mermelada, y únicamente si se puede cosechar de inmediato y enviar a los establecimientos elaboradores antes de que comience el deterioro.

Preocupación por los precios

Raúl Fragapane es productor de cerezas y tiene propiedades en Fray Luis Beltrán y en el Valle de Uco. Sobre las que se encuentran en Maipú, que ya estaba cosechando, indicó que deberá destinarlas al mercado interno porque no se puede arriesgar a que el agua que ha caído en estos últimos días provoque que la fruta adquiera mayor tamaño y no cumpla con los estándares de calidad de los mercados internacionales.

De ahí que, si bien tenía compromisos con clientes en el exterior, debió cancelarlos como consecuencia de la lluvia. Es que señaló que prefiere suspender el envío antes que recibir reclamos cuando el producto llegue a destino y se presenten problemas, ya que se reduce la vida postcosecha. Sin embargo, aún le queda la esperanza de que la cereza tardía, que se cultiva en el Valle de Uco, no se vea afectada por las precipitaciones.

Fragapane explicó que los cultivos de Luján, Guaymallén y Maipú son los primeros que se pueden cosechar. Estos cuentan con la ventaja de que, al ser más tempranos, pueden llegar al mercado como primicia y conseguir mejores precios. Como contraparte, como la zona Norte de la provincia no ha sido declarada libre de Mosca del Mediterráneo, las cerezas deben ser enviadas, con tratamiento de frío, por barco, con lo que se produce una demora considerable. En cambio, las del Valle de Uco se cosechan un poco más tarde, pero, al sí contar con esta declaración, pueden ser exportadas en avión.

La diferencia radica en que, si se logra llegar a los mercados entre la segunda y la tercera semana de noviembre, se puede obtener un precio por encima de los 10 dólares el kilo. Esto, cuando a medida que avanza la temporada y se empieza a competir con la cereza de Chile, el valor cae a alrededor de los 5 dólares; aunque por algunas variedades y calibres se pueden obtener mejores resultados.

Sin embargo, Fragapane consideró difícil que la producción de la zona Norte se pueda exportar este año y añadió que, cuando vaya toda a mercado interno, es de esperar que el precio se resienta por una sobre oferta. Se debe tener en cuenta que se suelen exportar unas 3 mil toneladas, principalmente a Inglaterra, pero también a España, Francia, Países Bajos, Bélgica, Emiratos Árabes, Qatar, India, Singapur y China.

De ahí que su mira está puesta en sus cultivos del Valle de Uco, ya que la ingeniera agrónoma le había informado que la variedad que estará lista para empezar a cosecharse esta semana no había tenido problemas con la lluvia hasta ese momento. Pese a eso, el productor esperaba que las precipitaciones se detuvieran ya que, de otro modo, la temporada podría llegar a ser un fracaso para los empacadores y exportadores.

Fragapane también señaló la ironía de que habían estado con falta de agua y, en cuanto iniciaron la recolección en el Gran Mendoza, el tiempo se descompuso. De hecho, la lluvia los obligó a suspender la recolección por varias horas y esto los preocupaba, además, porque la cereza ya estaba bastante madura y el proceso se iba a acelerar aún más.

Sobre la posibilidad de que las lluvias provoquen una disminución en la producción, Diego Aguilar comentó que, hasta mediados de semana, no se había acumulado una cantidad de agua suficiente para provocar una merma significativa. Si bien una lluvia de 10 milímetros, detalló, puede empezar a causar que la piel de la cereza se rompa, cuando se suman varias jornadas de precipitaciones, como anticipaba el pronóstico, la situación se puede complicar.

Por lo pronto, estimó que puede llegar a un 10 o 15% la pérdida en la producción, por el granizo y la lluvia. Asimismo, mencionó que para la maduración se necesita sol y estas sucesivas jornadas nubladas podrían demorar el proceso, con lo que se pierde la oportunidad de una cosecha más temprana.

En cuanto a los precios, coincidió en la posibilidad de que, si el daño en la fruta se incrementa, no se pueda exportar y el mercado interno se sature. Pero prefirió esperar un poco porque las variedades que más se venden al exterior se empiezan a cosechar esta semana, mientras las que ya se han recolectado se suelen destinar a consumo local.

Combatir la lluvia

Aunque los factores climáticos no se pueden manejar, la tecnología ofrece alternativas para que los productores puedan proteger sus cultivos del efecto de heladas, granizo o lluvias. Aguilar comentó que, desde el año pasado, contrata un helicóptero para que sople aire sobre la fruta que tiene en su finca en Agrelo (Luján), aunque sólo lo utiliza en aquellos frutales que son de exportación, ya que el valor de comercialización compensa la inversión.

El titular de la Cámara de Cerezas de Mendoza explicó que el agua afecta a la fruta de dos formas. Una, cuando ingresa por las raíces y la planta elimina el exceso de líquido por las hojas y los frutos. La piel de estos últimos, al hincharse la pulpa, termina cediendo y se rompe. Para evitar que esto suceda, detalló, hay que asegurarse de que la finca tenga un buen drenaje.

Pero, además, la lluvia se acumula en la cavidad en torno al tallo y, si no se evacua, con el transcurrir de las horas, parte la piel. Para retirar ese líquido se puede optar por utilizar un tractor, que pasa echando aire, pero se demora un tiempo en recorrer la finca. En cambio, los helicópteros pueden hacer la misma tarea mucho más rápido: las aspas provocan una corriente de aire que agita a la planta y las gotas que quedaron sobre la cereza, caen. El otro sistema que protege a la cereza de la lluvia consiste en colocar una cobertura sobre el cultivo. En Mendoza hay un productor que decidió realizar la inversión este año, precisamente porque en los últimos 5 había llovido en los días previos a la cosecha. Nicolás Güizzo la instaló en un bloque de 4 hectáreas, en una finca en Luján, destinado a mercados externos que exigen buena calidad, para realizar una prueba piloto.

Aunque demanda una inversión significativa, el “techado” no sólo evita que el exceso de agua afecte a la fruta, sino que también protege a la planta de las heladas, ya que eleva la temperatura algunos grados, y, por esta misma razón, permite adelantar el ciclo y cosechar más temprano, algo que puede resultar estratégico para quienes apuntan a exportar a China. Por otra parte, permite hacer un uso más eficiente del agua y protege del ataque de catas.

Relevamiento del Indec

Según datos del Censo Nacional Agropecuario 2018, hay 748 hectáreas implantadas con cereza en la provincia, de las cuales 651 son productivas; es decir, se ubican en montes comerciales, de más de 7 años de implantación y buen estado vegetativo. Este frutal se encuentra en la zona Norte de Mendoza (Luján, Maipú y Las Heras), en donde están las variedades de primicia, y en el Valle de Uco (Tunuyán y Tupungato), que concentra el 85% de la producción total. En cuanto a las variedades, el 49% de la superficie cultivada corresponde a Bing, 8% a Rainier, 8% a Lapins y el 35% restante a otras.

Las hectáreas implantadas con cereza se han mantenido estables en los últimos 10 años. Esto puede considerarse una buena noticia frente a otros cultivos frutales, que vienen perdiendo superficie cada temporada. Pero refleja que no hubo el crecimiento que se anticipaba cuando China y Tailandia establecieron protocolos sanitarios para la importación de cerezas de Argentina.

Desde el sector productivo han indicado que la falta de acceso a financiamiento frena las posibilidades de expansión. Es que, por un lado, los productores deben realizar una inversión en dólares, que recién empieza a dar frutos –literalmente- en 5 a 6 años. Y, por el otro, los viveros no cuentan con material genético de calidad, que se debe importar, ni cantidad suficiente de plantas, porque no han sido ajenos a la crisis del sector frutícola.

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