Las nuevas demandas para los agronegocios orgánicos

Según un reciente estudio realizado por el Instituto de Desarrollo Rural, Argentina es el segundo país con mayor superficie orgánica del mundo con 3,6 millones de hectáreas. Sólo se ubica detrás de Australia, que tiene 35,7 millones de hectáreas.

La segunda ola de demanda implica que no sólo se desea un producto con valor agregado, sino que se requiere que tenga ciertos estándares que otorgue calidad superior, acorde a la diferencia de precio que se paga por el producto.
La segunda ola de demanda implica que no sólo se desea un producto con valor agregado, sino que se requiere que tenga ciertos estándares que otorgue calidad superior, acorde a la diferencia de precio que se paga por el producto.

Con la promulgación de la Ley Nacional de producción orgánica en 1999, podríamos decir que arrancó de forma más ordenada el agronegocio del orgánico. Si bien la producción bajo el concepto de un manejo racional de los recursos naturales sin la utilización de productos químicos, ni organismos genéticamente modificados, data mucho más atrás que la sanción de la Ley, ésa fue la piedra angular en Argentina.

Según un reciente estudio realizado por el Instituto de Desarrollo Rural, Argentina es el segundo país con mayor superficie orgánica del mundo con 3,6 millones de hectáreas. Sólo se ubica detrás de Australia, que tiene 35,7 millones de hectáreas. Tal como ha sucedido con otros negocios, por ejemplo el del panificado, las demandas de las sociedad vienen cambiando y con ello también lo que se espera de un producto con características de este tipo.

Al parecer, la segunda ola de demanda implica que no sólo se desea un producto con valor agregado sino que, además, también se requiere que tenga ciertos estándares que van desde el producto en sí hasta el packaging pero, principalmente, tienen que entregar calidad superior, acorde a la diferencia de precio que se paga por el producto. Es decir que, si antes el consumidor perdonaba todo al producto orgánico, hoy está más selectivo.

Para poner el caso de los vinos, una botella, para que sea aceptada por el consumidor, tiene que corresponder a un producto no menos que correcto. Es decir que, ante todo, tiene que entregar calidad. Argentina exporta un poco más de 8 millones de botellas de este tipo y si bien el peso del trabajo orgánico es importante, el de la calidad es aún superior para las góndolas del mundo.

En dónde estamos parados: Mendoza -datos del IDR- es la cuarta productora de orgánicos del país (7.165 has.), detrás de Buenos Aires (32.930 has.), Tucumán (11.335 has.) y Salta (8.695 has). Su clima hace que el desarrollo de esta actividad sea óptimo. Cabe recordar que concentra el 9% y sus principales cultivos son vid, olivos, hortalizas y frutales. La gran mayoría se exporta a Estados Unidos o a la Unión Europea.

Pero tal como explican los referentes, el calibre, el sabor, la calidad y sanidad general del producto, ahora comienzan a ser clave. Es que se han transformado en una nueva demanda de un consumidor cada vez más y mejor informado.

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