El problema de la educación sin evaluación

La gran pregunta a contestar ahora, es si durante esta pandemia hubo evaluaciones formativas y, llegado el caso, cómo se las puede calificar.

Imagen ilustrativa / Archivo
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Ocho de cada 10 niños y adolescentes argentinos no tuvieron pruebas escolares este año, casi por completo interferido por la cuarentena. El dato se desprende de un estudio del Observatorio Argentinos por la Educación, que describe la situación de las escuelas públicas y privadas de todo el país. Entre sus autores, se destaca Mariano Narodowski, pedagogo de larga trayectoria, que fue ministro de Educación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

El 88% de los estudiantes de las escuelas públicas y el 82% de los del sector privado no tuvieron las clásicas evaluaciones en cada asignatura.

La educación a distancia requirió de un nuevo dispositivo de evaluación. Las clásicas pruebas escritas o lecciones orales no podían ser implementadas, entre otros motivos, por los problemas de conexión que enfrentaba gran parte del alumnado. De hecho, se ajustaron los programas para concentrarse en los contenidos mínimos que fijó cada jurisdicción.

En ese contexto, se estableció que el seguimiento del proceso de aprendizaje se haría a través de la “evaluación formativa”: no es numérica como la tradicional, pero implica mecanismos de testeo de lo aprendido, con un ida y vuelta entre alumno y docente para que ambas partes puedan percibir si se alcanzaron o no los objetivos, de modo total o parcial.

Entonces, la gran pregunta a contestar ahora, a la luz de esta investigación y otras similares, es si hubo evaluaciones formativas y, llegado el caso, cómo se las puede calificar.

Porque el estudio de Nadorowski y sus colegas indica que “la mayoría de los estudiantes recibe devoluciones de sus actividades: 66,8% de los alumnos de escuelas privadas y 61,4% de estatales obtienen siempre una retroalimentación de sus docentes”.

Pero no sabemos si esas actividades fueron específicamente pensadas para evaluar un aprendizaje. Podrían haber sido diseñadas, por ejemplo, como una simple constancia de que el estudiante interactuó con el material de estudio preestablecido. Otro tanto vale decir de las pruebas a las que se sometió alrededor del 20% de los alumnos. Sólo 3 de cada 4  recibieron una nota conceptual.

En ambos casos, finalmente, aún resta saber cómo los docentes traducirían en números esas devoluciones o notas conceptuales. Del uno al 10, ¿dónde se ubicaría entonces la mayoría de los alumnos?

Si somos realistas, aceptaremos que en la escuela se aprenden muchas más cosas que unos cuantos contenidos de una cierta cantidad de materias. Todo eso, este año, ha sido puesto en crisis por la pandemia y la cuarentena. Y si bien el problema ha sido mundial, no todos los países lo han enfrentado con el mismo esquema.

Argentina, cuyo sistema educativo atraviesa una crisis múltiple desde hace mucho, deberá capitalizar todas las investigaciones que le provean datos sobre lo que pasó con docentes y estudiantes durante esta experiencia extraordinaria, para sopesar y revertir sus consecuencias a futuro.

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