El voto bronca: ¿es un populista enojado?

Existe un “voto nuevo” en el mercado electoral, producto de la larga transición hacia el cambio cultural que empezó en el 2001: Es el de un votante que ha pasado del “voto bronca” al “voto desengaño”.

El voto es la herramienta de cambio que tiene los ciudadanos. Foto: José Gutiérrez / Los Andes
El voto es la herramienta de cambio que tiene los ciudadanos. Foto: José Gutiérrez / Los Andes

Todo es según el color del cristal con que se mira”. Ramón de Campoamor.

Se abrió la caja de Pandora y aparecieron infinitas explicaciones sobre las causas del tsunami electoral contra el pero–cristinismo.

Así emergió una larga lista de la frondosa mente oficialista:

• Faltó “platita” en la calle, no se gastó suficiente en consumo, la pandemia asustó y no se fue a votar, no se avanzó en la “agenda revolucionaria”, “la gente se suicidó votando a la derecha”, “los pueblos se equivocan”, “la pandemia no permitió desarrollar políticas que nos sacaran de la miseria que Macri nos dejó”, “hicimos muchísimo pero no alcanzó” etc.

Casi diecisiete millones de personas no votaron al Frente de Todos, el 70% de los votos emitidos y doce millones no fueron a votar. Es indudable que hay un número importante de esos electores que están enojados, desilusionados, desengañados, desesperanzados y con su voto o abstención, han querido darle un escarmiento al populismo gobernante: el famoso “!voto bronca! “.

Poniendo un poco de contenido a esta abstracción llamada “bronca” surgen estas reflexiones:

• Millones de esos “votos bronca” fueron populistas enojados que vienen votando al peronismo y cristinismo hace 32 años de manera contumaz y son los responsables directos de este populismo cerril, con los lamentables resultados a la vista de todos. ¡Ahora se enojaron, ya era hora!

• Este voto es también el de un peronista que desilusionado, desesperanzado pero con una mentalidad del tipo “roben, pero hagan”, “roben todo lo que quieran pero que la mía no me falte”, “no me importa que roben, si a mí me va bien”, “mi abuelo fue peronista, mi padre fue peronista, yo soy peronista y no voy a dejar de serlo nunca”, “soy peronista porque es un sentimiento”, “Perón integró a la clase trabajadora”, ahora empieza a entender que esa mentalidad no fue buena, porque terminó perjudicándolo.

• Luego están los “castigadores y descontentos seriales” que vienen votando enojados con el gobierno de turno.

En esta mentalidad entran también los compradores compulsivos de buzones, piedras de colores, fantasías eleccionarias varias, ilusiones personales proyectadas y relatos al por mayor.

Incluye también a los que le da lo mismo votar a peronistas y no peronistas por igual, que los expertos llaman “independientes”, pero que son tan peligrosos como los fanáticos, porque desconocen cualquier consecuencia negativa de su voto.

• Otro grupo son los que creyeron que Alberto iba a parar definitivamente la maquinaria cristinista y que iba a crear trabajo genuino, fomentar la educación de nivel y el respeto por la ley, apoyar a las empresas eficientes y creativas, reducir el tamaño del Estado y terminar con el aumento de impuestos, de planes, de dádivas, de subsidios indiscriminados, la compra de votos desembozada a cielo abierto, etc. etc.

• También incluye cientos de miles de miembros de la clase media y alta, devotos del religioso “pobrismo”, que empiezan a ver que sus pobres “salvados” eternamente por el peronismo, viven cada vez más en un infierno.

• Por ultimo, ¿cuánto pesó en ese voto “bronca” los 115.000 fallecidos; las miles de empresas quebradas, empleos perdidos, vidas familiares quebradas, el Vacunatorio VIP, el Olivos Gate? Esta causa es dramáticamente, imposible de dimensionar.

Existe, además un “voto nuevo” en el mercado electoral, que no existía, producto de la larga transición hacia el cambio cultural que empezó en el 2001:

¡Es el de un votante que ha pasado del “voto bronca” al “voto desengaño”.

Este voto habla de un avance en el estado de conciencia de ese votante.

Se trata de alguien que ahora sí se ha “desengañado”, porque ha podido ver, entender y darse cuenta que el populismo lo perjudica, aunque parecía que trabajaba para su beneficio.

Para esto debe haber sentido y entendido cuánto ese populismo lo afectó en su dignidad, autoestima, motivación y capacidad para crecer y desarrollarse.

En este estado de toma de conciencia, su voto en noviembre seguirá siendo irreversiblemente en contra.

Distinto a un populista enojado que se debatirá agónicamente entre su pasado y su futuro, sin mayores posibilidades de entender su verdadero presente.

Habrá que esperar a noviembre para que el telón caiga y se pueda ver, definitivamente, este escenario completo.

*El autor es sociólogo

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