Fanatismo ideológico: causas y efectos

Siempre que alguien, a lo largo del devenir humano, colocó a la ideología por encima de otros seres humanos, alguien sufrió.

Imagen ilustrativa / Archivo
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Algunos pensamientos sabios para reflexionar:

•”La verdad no está del lado del que más grita”.  R. Tagore

•”La ansiedad, el odio y la ira que surgen de la pasión o el fanatismo son la fuente de toda desarmonía y  foco de futuras destrucciones: Reconócelas como las verdaderas enemigas de la paz”.  Bhagavad Gita

• “La serenidad constituye el principio del maestro y del alumno”. Lin Yutang

•  “Ama a tu enemigo, como a ti mismo”. Cristo

Los hechos:

Una profesora militante del Pero/Cristinismo de la Escuela Técnica “Eva Duarte” ubicada en la ciudad Evita, calle Juan Domingo Perón de La Matanza, protagonizó hace unos días un espectáculo cuestionable, donde  fuera de sí adoctrinaba a los gritos a una serie de pacientes y temerosos alumnos sobre las bondades del Pero/Cristinismo y las maldades infinitas de Macri. A los pocos días ese comportamiento fue aprobado por nuestro Presidente al sostener que era una manera loable de “debatir” para “abrirle la cabeza” a esos alumnos ganados seguramente, por el falso relato esparcido desde los medios hegemónicos. Un hecho más de los cientos de millones que se vienen produciendo desde el inicio de los tiempos.

Una explicación amplia:

Lo sucedido solo expone una problemática mucho más profunda  que abarca a toda la especie humana.

Una ideología  es un sistema de creencias y como todo sistema es muy lógico y coherente, ya que todas sus partes están totalmente interconectadas y son  mutuamente dependientes.  Es un conjunto de pensamientos, opiniones, teorías, conceptos, ideas que explican una realidad, la sociedad y o el mundo.

Tiene un enorme poder porque es tomada como verdad absoluta por la persona que la sostiene y representa. Para ella la realidad  y el mundo exterior funciona y es, conforme lo expresa esa ideología. Así todo encaja, es explicado e integrado dentro de esa manera “particular” de pensar, llevando a esa persona a identificarse totalmente con ella y así su ser y su identidad son una unidad indivisible.

Siempre que alguien, a lo largo del devenir humano, colocó a  esa ideología por encima de otros seres humanos, alguien sufrió.Cuando esa ideología en tanto “verdad absoluta” se la coloca  por encima de cualquier otra cosa, surge el fanatismo y así la identificación mental, con esos pensamientos, vuelve a la persona irreconciliable con todo lo que quede afuera de esa manera de pensar.

Aparece la otredad: “el otro”, “el distinto a mí”, “el enemigo” y se refuerza “el nosotros: los iguales” que también se absolutiza.

Esa ideología ahora fanatizada, que se impone por encima del resto de los mortales, puede comprender cualquier concepto inventado por la mente: la nación, la patria, la libertad, el partido, la causa, el movimiento, la democracia, el pueblo, la igualdad, el orden, la justicia social, la raza, la religión, el Estado.

Ahora todo ha quedado subordinado a ella y así todo debe ser interpretado, analizado, clasificado y valorado en función de ese ramillete de pensamientos, ideas y teorías creadas minuciosamente por la mente.

El drama es que cree que esa verdad es absoluta y como ya forma parte de su identidad, nunca la puede negociar, cercenar y menos destruir, porque es destruirse a sí mismo.

Todo aquello que forma parte de mi identidad y si está fanatizada más, siempre que se vea amenazada la voy a defender en tanto forma parte indisoluble de mí.

En los casos extremos fanatizados se la defenderá con la propia vida o será  a costa de la vida “del otro que piensa distinto”.

La historia humana  así se ha convertido en la historia de la locura, y la insensatez. El resultado es que no ha generado más felicidad, plenitud ni vidas más armónicas, ninguna de ellas hasta hoy.

En sus casos más extremos, sí han producido solo en el siglo pasado, ciento veinte millones de personas asesinadas, junto a un sufrimiento indecible a otros millones de seres humanos de todas las edades.

Una conclusión:

Cuando una sociedad termina empoderando a esta clase de personas en roles importantes como docentes, médicos, religiosos, abogados, jueces, fiscales, dirigentes, policías, funcionarios, políticos, ministros, presidentes, es seguro que otros individuos la van a pasar mal.

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