La estrategia (no tan) secreta de Cristina

Para entender el rol de Alberto tal vez sirve un teorema al absurdo: el de que la inexistencia política de Alberto es condición sine qua non de su existencia como Presidente.

Imagen ilustrativa / Los Andes
Imagen ilustrativa / Los Andes

Los cristinistas más conspicuos grafican con una analogía porcentual su ubicación geoestratégica en el mapa del peronismo, dónde están y dónde quisieran estar. Junto con su jefa, creen en la teoría del 80 a 20. Piensan que ellos expresan el 80% del poder y de los votos, pero que apenas poseen el 20% del gobierno y de los cargos. Por eso su meta es la de tener los cargos e influencia que se merecen de acuerdo al poder que estiman  poseen. Esa es la estrategia cristinista con el gobierno de Alberto Fernández y con el peronismo en general. Todas sus acciones marchan en esa dirección.

La conducción de Perón era desde el medio del dispositivo de poder; a veces se definía por uno u otro extremo pero con el objetivo final de recuperar el medio y reubicarse allí. Él representaba a todos los peronistas en general y a ninguno en particular. No tenía una agrupación propia como Cristina tiene en la Cámpora. Se pasó toda su vida sacándose de encima a quienes querían disputarle la conducción del todo. En su primer gobierno se peleó con Cipriano Reyes y el laborismo que pedían independencia de criterio. Luego, en la resistencia lo hizo con el vandorismo y el sindicalismo que planteaba un peronismo sin Perón, para al final, en su tercer gobierno, lidiar drásticamente con  Montoneros que querían compartir y luego reemplazarlo en la conducción.

Cristina no se ubica en el centro del dispositivo sino en un extremo y desde allí construye la organización propia con la cual conducir el peronismo para pasar del 20-80 al 80-20. Está aliada con el peronismo tradicional pero no los siente propios. Suyos son los restos del Frepaso, el chavismo argentino, el viejo Partido Comunista, asociaciones de actores y científicos, Carta Abierta entre los intelectuales, Justicia legítima en temas de Derecho y por sobre todo la Cámpora que son sus hijos-soldados. Ellos deben reemplazar, a mediano plazo, a los peronistas territoriales y traducir el gobierno en las relaciones de poder.

¿Y_qué papel juega Alberto en esta estrategia de Cristina? La interpretación más común a juzgar por la forma en que se le somete más y más en cada una de sus acciones, es la de pensar en un títere o un nuevo Cámpora. Pero también se podría analizar una teoría distinta, una especie de teorema por reducción al absurdo: El de que la inexistencia política de Alberto es la condición sine qua non de su existencia como presidente.  Que tal vez más que un obstáculo para la estrategia cristinista, Alberto sea su caballo de Troya, quien introduce el cristinismo en el resto del peronismo. Una pieza más de su operativo integral.

El peronismo no kirchnerista es una máquina de poder desnudo y Cristina quiere reemplazar a los más que pueda por los suyos, sobre todo a los intendentes del conurbano y donde se pueda a los gobernadores. Y a esos está entregando Alberto sin prisa pero sin pausa aunque algunos crean que los representa.

El peronista típico tiene una voluntad de poder grande, es un especialista en sobrevivir, pero Cristina tiene la ventaja que en tanto peronista ella tiene esa misma voluntad cuando menos, pero le agrega convicciones que los otros no poseen. Por eso los domina con una minoría aunque ellos sean mucho más. Porque los cristinistas creen en algo aparte del poder, mientras que los otros sólo creen en el poder desnudo. Esa es su gran ventaja. Y no se sabe si Alberto es una víctima de ello o una táctica de su estrategia para llegar al poder total. O quizá, las dos cosas a la vez.

Vale decir, Alberto no representa al 80% de los peronistas que gobiernan aunque sólo tengan el  20% de poder real porque Alberto no representa a nadie. Entonces sólo sirve para ir sacándole poder a todos los que se acercan a él porque lo sienten más parecido que a Cristina. O sea al peronismo moderado en el mejor de los casos, o al peronismo aguado, la gran mayoría, que acepta lo que venga con tal de sobrevivir. Cristina los tolera, pero no a largo plazo.  Quiere a los suyos en todos lados. Ella tiene un proyecto ideológico y quiere traducir su poder en organización propia.

Cada vez que refuta, desdice o desautoriza -directamente ella o por interpósitas personas- a Alberto, tiene como meta avanzar en ese objetivo final. Está preocupada coyunturalmente por el tema judicial ya que son muy contundentes las pruebas en su contra, pero junto a ello va construyendo su estrategia en la cual ella es la reina (y el rey) y Alberto es un alfil, cosa que ambos no desconocen, ni la reina ni el alfil. La única verdad es la realidad y Alberto la acepta bien.

El problema no es entonces Alberto sino el peronismo en general, que  se siente lastimado en su poder por el avance de los soldados de Cristina, sobre todo en la provincia de Buenos Aires, pero también en muchas provincias (Mendoza entre ellas). Por eso algunos en algún momento quizá intenten impedir que Cristina y los suyos se queden con todo. Aunque hoy eso no se vislumbra , nadie parece tener ese coraje, pero sí puede aparecer si el gobierno sufre algún traspié electoral. Mientras tanto Cristina seguirá reinando y Alberto sufriendo, pero siendo poseedor de un cargo al que jamás imaginó llegar por sí mismo. Y mejor ser pieza de una estrategia de poder que estar fuera de él. Él ya está muy bien pagado con eso.

Alberto en poco más de un año se desdijo de todo lo que sostuvo durante los largos años cuando estaba peleado con Cristina. Y no sólo negó su pasado, sino que para mantenerse donde está  no se cansa de negar y entregar uno por uno a todos los que confiaron o aún confían en él.

Pocas veces se ha visto a un hombre negarse y negar a tantos en tan poco tiempo, sin embargo, cada vez más la casi totalidad de las decisiones (o no decisiones) de Alberto responden a la estrategia de Cristina de quedarse con todo. Todas las semanas se pueden citar varias. Veamos algunas de las últimas.

Dos ministros albertistas dijeron que las clases primarias estaban garantizadas, pero el presidente los desmintió el mismo día sin avisarles.

Le prometió a Rafecas el cargo de jefe de los fiscales. tenía un visto bueno inicial de la oposición, pero prefiere entregar a Rafecas porque no le gusta a Cristina, y hacer una ley a medida de las necesidades de la vice.

Le prometió racionalidad económica al FMI con Martín Guzmán pero desde entonces a ese ministro y a la estrategia compartida con Alberto, la vienen boicoteando de todas las formas posibles: Máximo Kirchner con las rebajas de gas, Parrilli con querer usar la plata del FMI para gastos comunes y todo el Senado conducido por Cristina en guerra contra Guzmán advirtiéndole incluso frente al mundo entero que deben cambiar las características de la negociación que el mismo gobierno está haciendo. Incluso un subsecretario se le insubordina a Guzmán y entonces el ministro le pidió la lógica renuncia que el presidente acepta. El que se queda con el cargo y con la gloria fue el subsecretarios Basualdo y el ministro terminó golpeado al borde del KO.

Alberto tuvo que ceder en la interpretación internacional de Venezuela e Israel, desdiciéndose de lo que el mismo dijo acerca de que lo de Maduro era una dictadura. Y arriesgando una relación muy buena con un país como Israel con el cual estamos tratando la pandemia juntos.

Alberto pensaba como su ministra y amiga Losardo en Justicia pero debió echarla y cambiarla por Soria que piensa como Cristina, o piensa lo que le manda Cristina.

El nuevo conflicto con el campo es una renuncia aún mayor a ser él mismo. El hombre que se fue del kirchnerismo en 2008 por disentir en la guerra con el campo, se suponía volvía a terminar con ese malentendido histórico por el cual el gobierno consideró enemigo al sector económico que más recursos le aporta. Y ni siquiera eso está pudiendo hacer. Cristina lo empuja a la guerra, y como Mambrú, él se fue a la guerra.

La lista, claro, sigue y sigue, toda para el mismo lado. La estrategia de Cristina se impone férreamente. Y Alberto es parte sustancial de ella.

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