Munives, el “ejemplo” que derrapó

El ex jefe policial pasó de ser considerado un funcionario clave para la seguridad a que fuera insostenible su continuidad en el cargo. Qué lo sostenía en el puesto desde 2016 y por qué el exceso de poder real precipitó su salida.

El “estilo” de Munives en aquella manifestación generó controversias ¿Hacía falta que el propio jefe de la Policía se agarrara a piñas con algunos manifestantes para frenar el descontrol? Pero sin dudarlo un segundo, los hombres fuertes del oficialismo respaldaron su intervención. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
El “estilo” de Munives en aquella manifestación generó controversias ¿Hacía falta que el propio jefe de la Policía se agarrara a piñas con algunos manifestantes para frenar el descontrol? Pero sin dudarlo un segundo, los hombres fuertes del oficialismo respaldaron su intervención. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

Un episodio particular consolidó la continuidad de Roberto Munives como director general de la Policía en 2019. Ocurrió en octubre de aquel año, cuando un grupo de manifestantes se hizo eco en Mendoza de la crisis chilena, cortó la avenida Belgrano (impidiendo el paso del Metrotranvía) y algunos de ellos se enfrentaron cuerpo a cuerpo con la Policía en las inmediaciones de plaza Chile.

Munives fue protagonista del operativo policial, más allá de su rol en la cadena de mando y el rango. Los videos de aquella noche mostraron al jefe máximo, vestido de traje, a los golpes y tirándole el pelo al menos a uno de los jóvenes que reclamaban. Munives dijo que respondió así ante la agresión a un efectivo del operativo. Y el Gobierno respaldó plenamente aquel accionar, ya que, como el director de la Policía, consideraba que se estaban cometiendo delitos (principalmente la obstaculización de la circulación) que era preciso frenar.

El “estilo” de Munives en aquella manifestación generó controversias ¿Hacía falta que el propio jefe de la Policía se agarrara a piñas con algunos manifestantes para frenar el descontrol? Pero sin dudarlo un segundo, los hombres fuertes del oficialismo respaldaron su intervención.

Munives, decían por entonces, había dado “el ejemplo” a la nueva camada de policías jóvenes, poco proclives a comprometerse con la función, con la participación directa ante el accionar delictivo. Valoraban su “valentía” y hasta el estado físico del comisario retirado, quien por entonces ya había pasado la barrera de los cincuenta años. “Los nuevos no se animan ni a tirar y mirá lo que hace él”, señalaban figuras radicales de la política mendocina.

Lo cierto es que estos hechos se dieron en un momento propicio para Munives. Habían pasado las elecciones generales y Rodolfo Suárez, el gobernador electo, debía decidir, en acuerdo con quien lo precedió, quiénes continuarían en su gestión en diciembre, tras el final de la era Cornejo. Munives había dado en la Plaza Chile, según indicaron quiénes incidían mucho en esta decisión, pruebas claras de por qué tenía que seguir como máxima autoridad policial.

Pero esta semana ocurrió exactamente lo contrario. El ex directivo policial derrapó y pasó de ser un “buen ejemplo” a convertirse en un “mal ejemplo” para la tropa. El aprovechamiento de su cargo por parte de quien lo detentaba desde 2016 para que su pareja pudiera subir al Aconcagua sin las vacunas contra el covid, como ordena la reglamentación, resultó un argumento categórico para echarlo.

La palabra “ejemplo” reapareció. Salió esta vez de la boca del ministro de Seguridad Raúl Levrino en la conferencia en la que se anunció la renuncia de Munives, aunque con un sentido inverso al de 2019. “La Policía tiene que dar el ejemplo en el cumplimiento de las normas”, reprochó el ministro.

Munives, presunto espejo para los policías nuevos, de repente ya no era un emblema y se parecía demasiado a Fabiola Yañez, la pareja del Presidente que festejó su cumpleaños en pleno aislamiento generalizado por la pandemia. Inaceptable.

En la conferencia estuvo el subsecretario Néstor Majul, funcionario muy ligado a Alfredo Cornejo, para evitar que la remoción de Munives fuera relacionada con la interna oficialista.

Ciertamente no se puede vincular en forma directa la caída de Munives con los problemas internos del Gobierno. Aunque sí refleja algunas circunstancias políticas del oficialismo provincial.

El jefe policial, que arrancó con Cornejo en 2016, se había convertido, hasta el repentino despido, en uno de los funcionarios del área de Seguridad con más antigüedad. Suárez le adosó a Munives un ministro nuevo, aunque en los hechos, era por lo menos dudoso su liderazgo real antes un jefe policial que venía de antes y que había llegado al puesto de la mano del ex gobernador.

Las segundas líneas del gobierno de Cornejo en el Ministerio de Seguridad también se quedaron en el nuevo periodo, pero hasta aquí han cumplido a rajatabla el requisito de bajar el perfil y disciplinarse al mando político, para evitar malas interpretaciones. Munives, en cambio, tal como lo han confirmado los hechos, actuaba con autonomía y haciendo valer su peso propio.

Parecía intocable e inmune a todo y, de hecho, sobrevivió en el cargo después de un hecho que a otro seguramente lo habría hecho caer: los errores del 911, herramienta clave que no sirvió para impedir el femicidio de Florencia Romano.

Munives logró seguir, ya fuera por su compromiso con el uniforme, el plan o la causa política. No se puede obviar en este sentido que Cornejo tuvo como prioridad a la seguridad y que el ex jefe policial arrancó la gestión radical barriendo con varios comisarios que venían en sus cargos desde la etapa justicialista.

Cornejo, quien fue autoridad máxima en el ministerio, amparó a Munives hasta el comienzo del gobierno de Suárez. Había encontrado en él algo más que disciplina política. Consideraba también que se había producido un cambio de paradigma en la fuerza en los últimos años y que Munives era el hombre indicado para suprimir los nuevos vicios.

Creía que, lejos de los tiempos en los que había que domar a una Policía brava y reaccionaria con el poder político, tanto que forzó una reforma de todo el sistema de seguridad a fines de los ‘90, las nuevas generaciones de efectivos necesitaban más que nada a alguien que irradiara compromiso con la portación del arma y el uso legal de la fuerza. “Un ejemplo”, valga la redundancia.

Suárez, a diferencia de Cornejo, no llegó al poder para marcar una impronta en seguridad. No ha sido un gobernador-ministro, como su antecesor. Nunca intervino en forma directa y delegó la gestión en un ministro aliado que, por instrucciones del gobernador o por su propio perfil, se ha conformado más que nada con ser un ejecutor silencioso de lo que ya se venía haciendo.

La impronta en seguridad en el gobierno anterior la imponía el gobernador. En cambio, en la nueva era, el mandatario tomaba distancia y dejaba, queriendo o no, que en esa área se acomodaran como pudieran los liderazgos y funciones.

Algo no ha funcionado en ese mix de lo viejo y lo nuevo, dado que el propio jefe de la Policía, al estilo de muchos políticos que se eternizan en el poder, se equivocó fiero en el uso de tanto poder real.

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