Sergio Massa y la crisis de identidad del peronismo

La posibilidad de una debacle en los próximos comicios pone al peronismo ante el horizonte una declinación política irreversible.

Agustín Rossi, Sergio Massa, Alberto Fernández y Cristina Kirchner durante el acto de inauguración del gasoducto Presidente Néstor Kirchner. Foto: Gentileza
Agustín Rossi, Sergio Massa, Alberto Fernández y Cristina Kirchner durante el acto de inauguración del gasoducto Presidente Néstor Kirchner. Foto: Gentileza

Conforme se acerca el final del sexto gobierno peronista posterior a la restauración democrática aumenta la disidencia en las filas del movimiento.

Es un clima de crisis, de cuestionamientos profundos en torno a la identidad y la misión del peronismo motivados por el notorio contraste que los propios peronistas observan entre la expectativa y la experiencia dentro su sector político: los ideales y las banderas por un lado, y los desoladores resultados obtenidos por el otro. Algo que ni la tan recurrida herencia macrista, la pandemia, la guerra en Ucrania o la sequía alcanzan a explicar satisfactoriamente.

Tales cuestionamientos poseen un correlato directo en las propuestas electorales. La posibilidad de una debacle en los próximos comicios pone al peronismo ante el horizonte una declinación política irreversible, como le pasó al radicalismo después de la crisis de 2001. Los posicionamientos son diversos.

El peronismo zombi

Ante el fracaso del gobierno de Alberto Fernández, muchos peronistas recurren al argumento de hacer coincidir la muerte del líder con la del movimiento que Perón fundara. Por un razonamiento inverso llegan a la misma conclusión que sus antiguos detractores: “muerto el perro se acabó la rabia”. El peronismo -sostienen, con aire de estudiada resignación y un toque de ironía- murió el 1 de julio de 1974. Lo que vino después sencillamente no fue peronismo, sino una emulación defectuosa y deficiente de la doctrina de Perón. Lo que quedaría serían solo peronistas. Esto no les impide seguir hablando de un nuevo peronismo más o menos remozado, que incorpora valores republicanos y políticas pro mercado. Muchos se encuentran entre los que participan en el proyecto presidencial de Schiaretti.

Las viuditas de Néstor

También están los que advierten un quiebre fundamental en el movimiento después de la muerte de Kirchner. El gobierno virtuoso y lleno de realizaciones que encabezara Néstor Kirchner fue continuado por su esposa y viuda, responsable por la declinación y la pérdida de orientación. Ansían volver a los tiempos de Néstor, sin advertir la sentencia heracliteana de que nadie se baña en el mismo río (ni puede volver a explotar el boom de las commodities). Su programa es básicamente más intervencionismo, más Estado. Su representante más característico es Guillermo Moreno.

Rally around the flag

Es la forma que en el mundo anglosajón se denominan las reacciones defensivas de un grupo que se ve amenazado: agrupamiento en torno a la bandera. Es el peronismo hiperidentitario, que defiende su condición a partir de la perennidad de los ideales del 46 y el folklore peronista en su vertiente más de izquierda. Incluye naturalmente al kirchnerismo dentro de esa identidad. Es notorio el modo en que este peronismo se manifestó en las recientes PASO en Mendoza. De las cuatro listas que se presentaron, tres lo hicieron en nombre de los principios del movimiento, el sentimiento, el orgullo de ser peronistas. El peronismo fue relegado a un cómodo tercer puesto. En el plano nacional, la candidatura de Grabois responde a este posicionamiento. Coincide a grandes rasgos con el proyecto estatista de Moreno.

Los modernizadores

Son los peronistas que vienen observando que el liderazgo tóxico de Cristina los ha conducido a un callejón sin salida, a la posible liquidación definitiva. Por eso toman partido por una modernización del peronismo, la conversión en un partido político normal, que permita una nueva relación -más “equilibrada”- con el Estado y asegure la continuidad del movimiento. Eso supone un aligeramiento drástico de un peso muerto que no le permite mirar al futuro con esperanza. Tienen puntos de contacto con la Renovación Peronista de los años 80. Está representada por el cenáculo de intelectuales orgánicos reunidos en torno a la revista Panamá.

Cada uno de estos agrupamientos parece preocupado por el futuro de las grandes banderas del movimiento: justicia social, libertad económica, soberanía política. Las promesas no cumplidas, siempre postergadas, cada vez más lejanas. El superyo del peronismo. Para ellos la candidatura de Sergio Massa supone una enorme contradicción para sus expectativas. Ese contradicción puede manifestarse como una subordinación obligada pero renuente (tragar el sapo), como una afrenta a su conciencia militante o como una traición de la gran conductora.

Para todos ellos Sergio Massa no es peronista. Es un antiguo militante de la UCEDÉ, oportunista y ventajero, completamente desprovisto de principios, que dadas las circunstancias llevará a cabo un ajuste implacable acompañado de privatizaciones, desregulación laboral y reforma previsional restrictiva. Y que seguirá las directivas de la embajada de los EEUU. Creen a piejuntillas lo que dicen sus paniaguados: que es el candidato pro-mercado. Una pesadilla recurrente, ya vivida con Scioli: el peronismo encolumnado por razones pragmáticas tras un candidato de la derecha.

Lo cierto es que en lo que supuso su paso por la función pública, tanto en los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner como en su participación en el de Alberto Fernández, Massa se ha mostrado mucho más cercano al ideario kirchnerista de lo que intentan mostrar sus apologistas de derecha. Sus enfrentamientos con el kirchnerismo no se han dado en razón de diferencias irreconciliables de principios, sino de apetencias concurrentes. Sus inefables proyectos de ley del impuesto a la renta financiera o la prohibición de despidos durante la pandemia son elocuentes de su verdadero compromiso con políticas afines a la libre competencia.

Durante su desempeño como ministro de Economía ha incurrido en casi todas las formas posibles de heterodoxia económica. De la misma manera que los Kirchner, Massa entiende que permitir o promover el avance del mercado es perder poder. En este sentido, los militantes del peronismo atribulado deberían deponer su rechazo y su resistencia a su candidatura: es mucho menos peligroso de lo que piensan.

Pero si se mira en términos absolutos -es decir, desde la lógica de la supervivencia- no hay mejor fórmula electoral para el movimiento. Mientras la militancia se agobia pensando en la posibilidad de que el peronismo deje de existir como imperativo y como misión redentora de la patria y de las masas, Massa garantiza la continuidad del peronismo realmente existente. No el peronismo de los ideales, sino el peronismo de las cosas.

El peronismo fracasó en su propósito de realizar la justicia social, la soberanía política y la libertad económica. Pero se conserva intacto su legado en lo que supuso serían los instrumentos para conseguirlo: una organización corporativa de la sociedad, en la que los recursos públicos se reparten según la capacidad de disputarlos que tengan los intereses concurrentes: empresas protegidas y subsidiadas, sindicatos, organizaciones sociales, burocracia en los tres niveles, gobernadores e intendentes. El Estado como presa, como objeto de saqueo. La militancia cuestiona la fidelidad a los principios del peronismo, pero nunca la adecuación de los medios que concibió el peronismo para conseguirlos: eso nunca se pone en revisión. El peronismo del s. XXI es constitutivamente hipócrita.

Massa es el peronista perfecto, el candidato de las corporaciones, del establishment. Es un experto en el trapicheo y la transacción, en el tráfico de influencias, el apriete y el afloje. Como ya se ha explicado no es un candidato pro-mercado, sino pro-empresas, en la medida en que estas forman parte importantísima del entramado de intereses que vampiriza al Estado y a los recursos de los ciudadanos sin protección corporativa.

El miedo no es tonto. Si hay alguien cuyo destino personal (y el de su familia) depende directamente de que este peronismo realmente existente -no el de los ideales, que sólo sirve para engatusar a militantes ingenuos e intelectuales pasados de ideología- siga vivo y coleando, esa es Cristina. Tanto si la fórmula presidencial haya sido resultado de un cuidadoso plan por su parte, como si se trató de una imposición del actual candidato, no hay mejor solución para la continuidad y supervivencia del peronismo que Sergio Massa. El peronismo que realmente importa: el del control de las cajas del Estado, el poder, los negocios.

Los principios y las banderas pueden seguir esperando.

*El autor es doctor en Filosofía Política

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