Una chica recostada sobre su cama recibe la llamada de alguien de su escuela, busca saber qué le pasa a esta alumna porque no ha estado respondiendo a las actividades. La joven ignora el llamado, su madre hace de mediadora y le pone el altavoz pero no hay respuestas. Quien llamaba es Silvana Trigui, coordinadora pedagógica de una escuela de Guaymallén. La madre le explicó que estaba preocupada porque su hija se la pasa acostada y la profesional explicó a Los Andes que no es un caso aislado. Dijo que hay relatos de chicos guardados en sus habitaciones que no hablan con su familia.

Cortan incluso la comunicación con sus pares, nexo fundamental en esta etapa de la vida y que podría permitir canalizar el malestar.

Con el aislamiento social de por medio y las suspensión de las clases presenciales, las escuelas comenzaron a detectar adolescentes con el estado emocional afectado. Según relatan, con el transcurso de los días hubo diversas manifestaciones como estrés, angustia, apatía e incluso ataques de pánico y conductas de tipo depresivo.

“Es una constante en todas las escuelas, más allá de los grupos sociales en los que estemos trabajando. Nuestra escuela está en un sector vulnerable pero he hablado con otros directivos que tienen otro tipo de población y también lo ven”, señaló Lourdes Sánchez, directora de la escuela 4-146 Américo D’Angelo.

“Este último tiempo las escuelas nos hemos dedicado más a esto”, subrayó. Muchos hacen hincapié en que hay que seguir con la currícula “pero en algunos casos vas a seguir solo porque no te están siguiendo”, subrayó.

Condicionantes

Las nuevas formas de vincularse que se tejieron con la llegada del coronavirus, aunque a distancia y por medios digitales, permitieron detectar situaciones que dieron alerta. Chicos que no se conectan para seguir las actividades o no presentan los trabajos que se les solicitan, aún pudiendo, son algunas de las conductas.

Incluso las mismas familias se han comunicado con las escuelas para manifestar preocupación y desde ellas se ha intervenido.

Muchos docentes, tras la implementación de la enseñanza a distancia, detectaron la necesidad de contención de los alumnos frente al desafío y acompañaron tareas y explicaciones con palabras de aliento y calma. Habituados a tratarlos, supieron ver la carga que se sumó a los conflictos propios de la adolescencia, las problemáticas sociales y familiares que muchos chicos también llevan en la mochila.

Trugui contó que la escuela donde trabaja tiene una comunidad vulnerable. “Esto ha tenido que ver con cuestiones personales, la situación económica de los papás; muchos de los alumnos tienen familias que viven al dia, casas en las que viven muchas personas y donde la convivencia no es fácil”, enumeró.

Algunos arrastran una condición emocional vulnerable desde antes de la pandemia y el aislamiento la agravó o la puso en evidencia.

Muchos están solos para lidiar con esto y reunirse con amigos no ha sido posible. Probablemente una charla telefónica con alguno de ellos lo aliviaría, pero pedir ayuda no es fácil a veces, quizás en toda la casa hay un solo celular o simplemente no se sabe dónde encontrarla.

Han detectado depresión, ataques de pánico, abulia, desmotivación, entre otras cosas. Alejandra Gómez, licenciada en Psicopedagogía y responsable del servicio de orientación escolar del colegio Vicente Zapata, dijo que el promedio de edad de los chicos que los presentan es de 15 años, aunque también hay muchos angustiados en quinto año, ya que la pandemia se llevó la ilusión de las ceremonias del cierre de ciclo y no tienen certezas sobre cuándo lo cerrarán.

El abrazo

Demasiadas tareas, por medios diferentes y con procedimientos nuevos excedió a muchos. La posibilidad de conexión y el acceso a dispositivos tecnológicos también jugaron en contra. Ante esta situación, hubo muchas personas abocadas al acompañamiento y resolución. Incluso desde la escuela y con un llamado diario buscaron levantarlos de una cama que abraza una angustia que quizás no entienden y con los recursos disponibles activaron redes de contención con municipios y otras áreas.

“Hemos acordado con los docentes que pregunten cómo están junto con la tarea que mandan”, dijo Sánchez y consideró que las instituciones más chicas lo están pudiendo gestionar mejor. En algunos casos el impacto se nota: ha bajado el rendimiento académico y la entrega de tareas.

“Se detectó en plena pandemia casos de chicos con depresión por la situación, frente a lo cual actuamos junto con municipalidades para darles contención a través de una línea telefónica”, contó Claudio Peña, director de la escuela Vicente Zapata.

“En mi escuela no es prioritaria la evaluación ni la acreditación sino el acompañamiento, el apoyo, la contención emocional”, apuntó.

En el colegio, como detectaron estrés y cansancio, decidieron dar cierta periodicidad al envío de tareas y que sea menos asidua.

La DGE quiere conocer las emociones de la comunidad educativa

El rol que ha jugado el aspecto emocional en el aprendizaje ha sido tal que la Dirección General de Escuelas decidió realizar un relevamiento en este plano.

Por ello, diseñó cuatro encuestas destinadas a docentes, padres, estudiantes de secundaria y estudiantes de nivel inicial y primario para conocer cómo la comunidad educativa está atravesando emocionalmente el aislamiento social, preventivo y obligatorio debido a la emergencia sanitaria por la Covid-19.

Se espera que los resultados estén listos la próxima semana. Con ellos apuntan a tomar decisiones y aplicar distintas acciones para acompañar a docentes, familias y estudiantes en los aspectos emocionales que se detecten a través de la información recibida.

“La comunidad educativa podrá participar voluntariamente de estas encuestas cuyo fin es conocer los distintos estados emocionales de todas las personas que conforman el sistema educativo provincial”, detalla el área.