Mendocinos de verdad: Norma Araya, la peluquera confidente de sus clientas

Aunque justamente hoy está celebrando su cumpleaños, Norma accede a la entrevista con toda cordialidad. Dedicada al cuidado del cabello desde hace 20 años, se confiesa un poco “psicóloga” de sus clientas que, entre planchitas, tijeras y cepillos, le cuentan su vida y sus problemas.

Norma Araya en plena acción, en su peluquería ubicada en calle Rivadavia de Godoy Cruz.
Norma Araya en plena acción, en su peluquería ubicada en calle Rivadavia de Godoy Cruz.

Norma es coqueta como lo exige su profesión y para no dar más detalles, confiesa estar cumpliendo “50 y tantos”. Mamá de 3 hijos -Sabrina, Rocío y Enzo-, esta godoycruceña emprendedora arrancó con la peluquería hace 20 años, cuando su hijo había cumplido un añito y sintió la necesidad de salir a trabajar.

“Siempre me llamó la atención, ya en mis épocas del secundario, cuando me llevé muchas materias, mi mamá me mandó a hacer cursos de manualidades y peluquería para mantenerme ocupada”, cuenta entre risas.

Decidida a hacer de la peluquería su medio de vida, Norma se capacitó más y logró abrir su primer local en la tradicional esquina de Azopardo y Figueroa Alcorta, aunque desde hace 18 años se ubica en calle Rivadavia, a media cuadra la plaza de Godoy Cruz.

“Al comenzar con los primeros cursos pensaba ´no voy a ser peluquera´, porque cuando iban a mi casa mis abuelas y mis tías, todos los domingos, me pedían que les cortará el pelo y las tiñera. Pero finalmente me hice peluquera y me encanta atender a la gente”, expresa Norma. Hoy llega a atender en su local a varias generaciones de una misma familia -abuela, madre e hija- y hasta un nietito, por qué no.

Un año de reinvención

Como para casi todos, el 2020 golpeó duro a Norma, que no fue la excepción como muchos otros comerciantes. “Fue muy difícil tener el local cerrado los primeros meses. Por suerte tenía unos ahorros, pero se me fueron terminando... Me llamaban mis clientas desesperadas por teléfono y yo no podía ir a domicilio. Entonces decidí empezar a asesorarlas para que pudieran atenderse ellas mismas, recomendándoles los tonos de las tinturas sobre todo. Y es que, además de estar encerradas y deprimidas, ¡imaginate con canas!”, recuerda con humor.



Foto: José Gutierrez / Los Andes
Foto: José Gutierrez / Los Andes

Cuando se pudo salir un poco más, Norma empezó a buscar otras alternativas y así empezó a atender a domicilio, sobre todo a sus clientas mayores cuyos hijos no dejaban salir de casa, y luego en su local, tomando todos los recaudos y muchos protocolos. “¡Algunas se escapaban de los hijos para venir a atenderse!”, se sorprende.

Para Norma hoy es un gran apoyo trabajar junto a su hija Rocío, que luego de terminar el colegio hace 3 años decidió seguir sus pasos y en la actualidad llevan juntas el negocio familiar. Y aunque cuenta que en un radio de pocas cuadras hay 9 peluquerías, sobre todo emprendimientos de chicos jóvenes al estilo barberías, “gracias a Dios en estos 18 años me he hecho una clientela fiel que me sigue”.

Al mal tiempo, buena cara

Norma reflexiona que, aunque pueda parecer una frivolidad, para el ánimo de las mujeres es muy importante el verse bien. “El año pasado me encontré con clientas muy tristes y deprimidas por el encierro, por toda la situación, pero al atenderlas y verse lindas era una alegría total para ellas. Charlábamos y se desahogaban conmigo. Salían transformadas, con su cabello teñido o un corte de pelo nuevo, y eran otras”.

Toda esta situación también dejó anécdotas divertidas, y como cuenta Norma, a ella como a muchos colegas le ha tocado arreglar verdaderos “desastres capilares pandémicos”: “Desde chicas que se hicieron la permanente solas en casa y se quemaron el pelo, hasta rubias que se tiñeron y obtuvieron un color muy lejano al deseado y cabellos maltratados por experimentos caseros. Cuando vienen a la peluquería nos reímos juntas y buscamos la forma de ´salvar´ esas cabezas”.

Al “confesionario”

Dieciocho años ocupándose de las cabezas de tantas mujeres no pasan en vano. Y es precisamente esta confianza la que le ha otorgado a Norma casi un rol de “confesora”, ya que entre cortes, tinturas y peinados sus clientas le abren el corazón y le cuentan sus problemas, preocupaciones, alegrías e intimidades. “Te cuento como anécdota que hemos llegado a atender en el local a esposas y amantes a la vez, o a madres e hijas que nos cuentan cosas y nos piden que la otra no se entere. Siempre con mucho respeto, guardando los secretos con toda la discreción que esto exige”, señala.

Para esta godoycruceña con empuje, la clave está en apoyarnos unos a otros para salir adelante: “Sigamos apoyando a la gente, especialmente a los jóvenes como mi hija, para que vean en este oficio tan lindo una buena salida laboral que les va a permitir todo lo que quieran hacer”, finaliza.

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