Pablo Lacoste: “El espumante representa la audacia creativa de Mendoza en condiciones adversas”

El historiador acaba de presentar su libro “Guaymallén y el origen del espumante”, que destaca a esa zona mendocina como la pionera de este vino en el país.

Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

El mendocino Pablo Lacoste es doctor en Historia y ha escrito un buen número de libros relacionados con la vitivinicultura. Sin embargo, un lustro atrás, se encontró inmerso en una de esas aventuras de hallazgos históricos que llegan de la mano del azar: buscaba un dato más y terminó hallando una joya, que fue comprobar que en Mendoza, más precisamente Guaymallén, se había producido el primer vino espumante de nuestro país.

La memoria es débil y por eso la historia viene a apuntalarla: parecía increíble que, aunque hubiera pasado al menos un siglo, ese importante papel jugado por Mendoza para el desarrollo del vino espumante hubiese quedado eclipsado por el crecimiento, más fuerte y mejor documentado, del vino en la provincia.

Para que la cuestión no quedase otra vez en el olvido, entonces, Lacoste (quien es además director de la Revista Iberoamericana de Viticultura, Agroindustria y Ruralidad) acometió la escritura del libro Guaymallén y el origen del espumante argentino, que se presentó esta semana en el Espacio Le Parc. Dicho libro, publicado por el municipio guaymallino, tiene una tirada impresa, pero también una versión en PDF que se puede descargar gratuitamente.

Con la alegría fresca de la presentación aún en el rostro, Lacoste habló con Los Andes y subrayó un aspecto que a él le parece fundamental cuando se reconstruyen la historia de la vitivinicultura en la provincia: el papel que jugó la cultura huarpe en nuestra región y el modo en que esta fue valorada, aprovechada y enriquecida por la conquista española.

Portada del libro de Pablo Lacoste.
Portada del libro de Pablo Lacoste.

–Para empezar, sería bueno repasar la génesis del libro y el descubrimiento que hiciste acerca de Guaymallén y el primer espumante del país.

–Hace unos cinco años, me invitaron a una actividad que organizó el municipio de Guaymallén en el Le Parc para hablar del desarrollo de los territorios a partir de actividades gastronómicas y turísticas. Ahí me puse a preparar una conferencia, y como Guaymallén venía realizando varias ediciones de su festival Burbujas y sabores, puse el foco en investigar en qué medida ese departamento había aportado al desarrollo del espumante. Fue allí cuando me encontré con que no había sido un papel secundario, sino que el espumante argentino había nacido en Guaymallén, más precisamente en la bodega Santa Ana. Esta fue la que lanzó el primer espumante del país en 1902. Yo no esperaba encontrarme con eso. Tanto sorprendió el descubrimiento que luego me pidieron que profundizara la investigación, que terminó en este libro.

–De todos modos, por lo que cuenta tu mismo libro, no era casualidad que fuera en Mendoza que se hubiera dado esto, ya que había una tradición pionera en la provincia. Por ejemplo, ¿cuándo nace la primera bodega de la Argentina y cuál fue?

–Sí, la verdad es que yo hice mi trabajo de historiador, que es como el de un buzo que desciende al fondo del mar a explorar un galeón español hundido. Como ese buzo, yo esperaba encontrar a lo sumo un par de cañones o tres espadas, pero no: había un cofre de tesoros. En Guaymallén no sólo se había producido el primer espumante, sino que también tuvo la primera bodega de Argentina. El escritor e historiador Juan Draghi Lucero había descubierto en su momento el testamento del primer mendocino que hizo una bodega, y fue en 1588. Y hay un plano que muestra que esa propiedad estaba en Guaymallén.

–¿Qué hizo posible que durante el Imperio Español se dieran esos desarrollos en esta región y no en otra de lo que iba a ser nuestro país?

–Esto es muy importante: todo fue posible por el aporte de los pueblos originarios, y esto es lo maravilloso. Porque fueron los pueblos originarios los que construyeron los sistemas de riego aquí, con acequias e hijuelas, y generaron una cultura del agro, del riego y del agua. Así que cuando llegaron los españoles y vieron este oasis, no pasaron de largo en busca de algo más: se quedaron. Acá fundaron todo y acá trajeron la vitivinicultura. Acá se puso la matriz cultural vitivinícola y por eso acá se puso en marcha la historia del espumante. Fue todo un trabajo muy lento, que involucró a actores criollos, indígenas y europeos.

–En tu libro planteás otra reflexión, y es que en una tierra vitivinícola, el vino espumante producido acá es como una metáfora del crecimiento de la provincia. ¿Qué representa culturalmente esta bebida para Mendoza?

–Representa la audacia creativa en condiciones adversas. Porque hay que pensar, por ejemplo, en cuando estos pioneros del espumante fundan la bodega Santa Ana en 1890, ¿qué era Mendoza? Estamos acostumbrados a ver a Mendoza como una provincia próspera, pujante, industrial, pero en 1890, Mendoza era lo más parecido a un conglomerado de casas de adobe, techos de paja, totora, barro. En 1890 no existía el departamento de General Alvear, ni Malargüe, y del departamento de San Rafael estaba sólo la Villa 25 de Mayo, que era una aldea con construcciones de adobe.

Pero a esa Mendoza llegaron estos pioneros, con garra, con ilusión, con confianza y levantaron esta bodega. Y hay otro concepto extraordinario, precursor de la Vendimia: cuando ellos deciden visibilizar el espumante de Mendoza a nivel nacional, lo hacen en alianza con artistas de vanguardia. La vanguardia, por entonces, era el art noveau, y ellos decidieron publicitar su espumante en la revista Caras y Caretas, que tiraba 100.000 ejemplares cuando Argentina tenía apenas tres millones de habitantes. Fue allí donde estos mendocinos impertinentes pusieron una publicidad del espumante de la bodega Santa Ana, con diseños de art noveau que son espectaculares, verdaderamente bellísimos afiches. En el libro se han recogido algunos y espero que las políticas turísticas los usen para decorar los espacios de atención al turista.

Retrato de Pablo Lacoste, historiador.
Fotos realizadas en la Plaza San Martín.
 
Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
Retrato de Pablo Lacoste, historiador. Fotos realizadas en la Plaza San Martín. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

–Al parecer, una de las discusiones que te interesa proponer a partir de este libro es la de que se instale el valor de una denominación de origen del espumante de Guaymallén, ¿es así?

–Eso sería muy interesante. En Mendoza estamos muy atrasados con esa cuestión, no tenemos todavía la conceptualización de lo que significaría una denominación de origen. En Europa nos llevan en eso más de 200 años de ventaja. Cuando el marqués de Pombal puso la primera denominación de origen en 1756 para el vino de Oporto, ya puso en marcha el sistema. Nosotros distinguimos apenas distinguimos nuestros vinos en varietales, pero no hemos puesto el debido énfasis en el valor del terruño donde se origina. Pero poco a poco eso se va a abrir camino. Los franceses desarrollaron el champán para sus espumantes, los españoles el concepto cava, y nosotros tenemos esa tarea pendiente. Yo espero que este libro sirva para dar ese debate.

Cómo conseguir el libro

Guaymallén y el origen del espumante tiene una versión impresa de lujo, con una tirada de 100 ejemplares, que estará pronto disponible, según el municipio, en las bibliotecas municipales y provinciales. Pero, además, por pedido del propio autor, Pablo Lacoste, el libro estará disponible íntegramente en formato digital PDF, para su descarga gratuita. Para descargarlo, habrá que ingresar a este enlace https://sitioz.com/lowyk Vale decir que esta página exige un registro previo, de trámite sencillo, para hacer efectiva la descarga del archivo.

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