La muerte en moto, realidad que no podemos parar

Corremos el riesgo como sociedad de resignarnos a no luchar contra el aumento de los incidentes viales fatales. Especialmente, en lo que concierne a los percances de motos, que están costando la vida de muchos conductores, casi siempre personas jóvenes. Hay que insistir en las medidas de prevención y en la responsabilidad de los motoristas al salir a la vía pública.

El 2024 arrancó en Mendoza con muchos percances de tránsito fatales. En un determinado momento de enero se habían registrado un total de doce víctimas fatales por siniestros viales, marcando casi un promedio de una muerte diaria.

La estadística se presenta otra vez de manera preocupante y negativa.

Dentro de ese panorama, se está observando y sufriendo el aumento de siniestros con la participación de motocicletas, muchos con desenlace mortal.

Los últimos episodios de este tipo de vehículos ocurrieron el martes 13 y el sábado 17, pero no sabemos si desgraciadamente mientras este comentario toma estado público debamos lamentar otro suceso. Una de las víctimas fue un policía de la Unidad Especial de Patrullaje (UEP) de Maipú, identificado como Hernán Alex Coronado, de 25 años, quien murió en el Acceso Este.

Días después, el sábado 17, la fatalidad en dos ruedas se trasladó a la ruta provincial 50 y carril Lucero, distrito Alto Verde (San Martín), donde el afectado resultó un hombre de 89 años.

La participación de las motos en la siniestralidad vial grave (SVG) continúa siendo muy importante (tres de cada diez vehículos partícipes de SVG).

La vulnerabilidad de sus ocupantes, tanto conductor como pasajero, tienen fuerte injerencia en las tasas de morbi-mortalidad vial.

Desde el porteño Instituto de Seguridad Vial (ISEV) y de otras organizaciones de lucha para bajar los incidentes viales, siempre se ha valorado la moto y su positivo papel en la movilidad sustentable. Mucho más, en las actuales circunstancias de aumentos progresivos en los combustibles de los automotores.

Sin embargo, en la interpretación de las organizaciones como el mencionado ISEV, esa ponderación favorable del rodado de dos ruedas no se traslada automáticamente a quien lo utiliza.

En ese sentido, Eduardo Bertotti, especialista de la temática en análisis, señala que “por el contrario siempre hemos distinguido entre ‘motociclistas’ y ‘usuarios de motos’ en función de la diferente percepción de riesgo que tienen unos y otros, en nuestra sociedad.

“En términos generales el ‘usuario de moto’ llega al vehículo en función ‘económica’ por su costo substancialmente inferior, de fácil accesibilidad en el financiamiento y mercado, y con muy baja o nula exigencia en los requisitos para obtener la licencia. Para él, la moto es un medio de transporte personal y familiar, particularmente en aquellas localidades en las que el transporte público desapareció. O, en muchos otros casos, es una herramienta de trabajo en servicios de delivery o mensajería”.

El problema es que el ‘usuario de moto’ a diferencia del ‘motociclista’, no se percibe (ni a él ni a su familia) como usuario vulnerable de la circulación diaria, transportando o trabajando.

Un motociclista no repara en costos dentro de su presupuesto para adquirir un casco que proteja adecuadamente su cabeza y una vestimenta que lo resguarde de lesiones abrasivas. El usuario de moto “porta” casco sólo si hay controles que lo puedan multar y puede llegar a manejar en pantalón corto y ojotas…

Por estas circunstancias, más la más determinante desde nuestra óptica, la alta velocidad, el conductor de motos, joven y varón se afirma como el grupo de más riesgo en el sistema de tránsito.

Problemática nacional, sin embargo, esta situación importa mucho en Mendoza porque este tipo de sucesos no dan tregua y se repiten, lamentablemente, semana tras semana.

Las autoridades viales no pueden ejercer la supervisión de todas las calles y rutas, y además los controles no son tantos como efectivamente se necesitan. Debe apelarse a la responsabilidad de cada motorista, y esto es lo parece inalcanzable en la actualidad.

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