El adiós a Enrique Dussel: esbozos de una obra transformadora y recuerdos de su última entrevista con Los Andes

El eminente filósofo mendocino, radicado en México, falleció a los 88 años el domingo pasado.

Enrique Dussel: "Yo no soy ideólogo de ningún partido", dijo a Los Andes en 2018.
Enrique Dussel: "Yo no soy ideólogo de ningún partido", dijo a Los Andes en 2018.

El pasado 5 de noviembre, la noticia empezó a correr y nos entristeció a todos: Enrique Dussel, filósofo mendocino radicado en México desde hace más de cuatro décadas, había fallecido a los 88 años en la capital de ese país.

Se apagó así uno de los pensadores más leídos de Latinoamérica, uno (quizás el primero) que logró situar la filosofía construida en esta región del mundo en el ágora internacional. Alguien que logró poner a la ética, siguiendo los trazos de Emmanuel Lévinas, y desde una perspectiva periférica, como centro de los debates.

Dussel fue un filósofo que, como pocos, supo saltar de las aulas universitarias a la sociedad, para concitar la atención de estudiantes (no necesariamente de filosofía), movimientos sociales, minorías, intelectuales y multitud de curiosos, que acudían a sus conferencias como si de un rockstar se tratara. ¿Qué habrán visto ahí? Sin dudas, una manera distinta (alternativa) de pensar el mundo que habitamos.

Dussel es uno de los filósofos latinoamericanos más leídos y reconocidos en el mundo.
Dussel es uno de los filósofos latinoamericanos más leídos y reconocidos en el mundo.

Es que, mucho antes de lograr el reconocimiento internacional, Dussel ya tenía un lugar en los libros de historia de esta disciplina, al haber sido uno de los pilares fundadores de la Filosofía de la Liberación, allá a principios de los ‘70. Este movimiento, que tuvo en nuestra provincia una de sus cunas (habría que nombrar también a Arturo Roig y al joven Horacio Cerutti Guldberg), buscó liberarse de las antiparras eurocéntricas de la teoría filosófica (del helenismo a la actualidad), para construir un nuevo conocimiento forjado en el diálogo y la irrupción del Otro como interlocutor.

Dussel, tras sucesivas indagaciones, planteó en 1994 el que es quizás el concepto clave de su obra: la “Transmodernidad”, un proyecto liberador y superador de la Modernidad. Al explicar ese mundo transmoderno que él avizoraba, como el lector puede comprobar en las citas de la última entrevista con Los Andes en 2018, Dussel nos brindaba definiciones de una actualidad sorprendente.

Una vasta obra

Dussel estudió filosofía en la Universidad Nacional de Cuyo de 1953 a 1957. Después hizo su doctorado en la Universidad Complutense de Madrid, vivió dos años en Nazaret como un pobre carpintero (algo que marcaría profundamente su reflexión sobre los excluidos), y también estudió Teología e Historia en La Sorbona de Francia y Archivo de las Indias en Sevilla, además de Religión en el Instituto Católico de París.

En Alemania conoció a su esposa Johanna Peters, con quien tuvo dos hijos: Enrique Stephanus Dussel Peters, filósofo como su padre, y Susanne Christine Dussel Peters.

Un año clave fue 1973, cuando sectores de extrema derecha detonaron una bomba en su casa, acusándolo de enseñar marxismo y de “envenenar la mente de los jóvenes” desde su cátedra de Ética en la UNCuyo. “En el instante mismo en que lo leí me dije para mis adentros: ‘¡Qué casualidad! La acusación contra Sócrates’”, dijo después.

Dos años más tarde, y uno antes de que la Dictadura hundiera al país en una época aun más oscura, se exilió en México. En la Universidad Nacional Autónoma de México y Universidad Autónoma Metropolitana alcanzaría máximo reconocimiento. A lo largo de su extensa vida, fue distinguido con 11 doctorados honoris causa, del que quizás el más importante para él haya sido el que la UNCuyo le dio en 2018.

Dussel se exilió en México en 1975.
Dussel se exilió en México en 1975.

Yo siempre, en todas partes, me digo no solo ‘mendocino’, sino ‘paceño’”, le dijo a este periodista en esa visita a la provincia. “Me gustan los lugares que se parecen a donde nací y viví mis primeros años. Esa austeridad casi desértica de La Paz la encontré después en la meseta española, y después en los grandes desiertos de Arabia. Nunca había pensado en irme de Mendoza. Después de la Dictadura, yo no tuve ninguna duda de volver a Mendoza, porque era mi lugar. No pensé en Buenos Aires, no pensé en el extranjero. Por eso fue muy duro tener que partir. Es duro. Es el exilio”.

Si hay un filósofo al que conviene no rotular, ése es Dussel. Su obra es enorme, tiene muchas aristas y, si la vemos en retrospectiva, apabulla un poco: más de 50 libros publicados, algunos en las editoriales más prestigiosas de la lengua castellana. Escribió desde textos que podrían considerarse feministas, “Liberación de la mujer y erótica latinoamericana”, de 1980, hasta uno sobre “Las metáforas teológicas de Marx”, de quien fue un especialista como pocos.

A su decir, le gustaban las “quijotadas”. Y algunas de esas empresas teóricas fueron su planteo de una Filosofía Ética Latinoamericana (explicada en cinco tomos entre 1973 y 1980), o los tres volúmenes de “Política de la Liberación”, donde expande su erudición reescribiendo la historia universal desde un punto de vista no eurocéntrico.

Sin embargo, del que se sentía más orgulloso, tal como le dijo a Los Andes en 2018, era de “Filosofía de la Liberación” (hoy uno de los imprescindibles “Breviarios” de Fondo de Cultura Económica), donde sintetizó su pensamiento apenas llegó a México, en 1977. Se trata quizás de uno de los libros más transformadores de la filosofía latinoamericana.

Qué dijo a Los Andes en 2018

Sobre el Otro: “El Otro, primero, es otro ser humano, y en especial el pobre, que extiende la mano y dice: “Tengo hambre”. Yo, que no tengo hambre, soy culpable de su hambre, porque soy un privilegiado. El Otro se manifiesta, para Emmanuel Lévinas, como el pobre. Pero eso es en la economía. En el género, el Otro es la mujer. El Otro puede ser también el extranjero. El boliviano, por ejemplo. El Otro son muchos rostros”.

Sobre el filósofo y la política: “El filósofo no es ideólogo de un partido. Nunca fui ideólogo del peronismo ni de ningún otro partido. A mi maestro, Paul Ricoeur, gran filósofo de La Sorbona, una vez le pedimos una conferencia sobre la función de la filosofía en la política y él entonces dijo: ‘El filósofo nunca puede ser miembro de un partido, en el sentido de un filósofo que justifique acontecimientos cotidianos o a veces errores. No, el filósofo va a apoyar en sentido ético, y cuando se equivoque hará una crítica medida’. Yo no soy ideólogo de ningún partido”.

En el 2018, la UNCuyo le entregó un doctorado honoris causa.
En el 2018, la UNCuyo le entregó un doctorado honoris causa.

Sobre la naturaleza: “El problema no es el capitalismo, el socialismo, el liberalismo... esos son epifenómenos. En el fondo, es la Modernidad misma, que malentendió la naturaleza y la hizo un ente explotable, siendo nosotros parte de ella. No como un objeto, sino que estamos dentro de ella. Deberíamos pensarla como los pueblos originarios, como nuestra madre. ‘Madre’ es una metáfora, pero una metáfora con sentido científico. Somos fruto de la naturaleza porque la vida es un fruto de la naturaleza y tuvo una evolución de la tierra. No es una metáfora que sea mi madre. Y si la mato, me suicido. La humanidad, con su gran proyecto de paraíso norteamericano de consumo irracional (Estados Unidos gasta el 30 por ciento de la energía de la tierra, siendo el 7 por ciento de la población) es criminal. Si imitamos su modo de vida necesitaríamos cinco tierras. No se puede, no funciona. Estamos locos. O nos suicidamos o cambiamos”.

Sobre la crisis climática: “La humanidad, antes de desaparecer, va a cambiar, pero quizás con el 10 por ciento que le queda. Vamos a tener que dejar atrás el capitalismo (pero también el socialismo y, fundamentalmente, la Modernidad) por una vida más humana, más medida, menos consumista, y con más tiempo para soñar, para vivir, para pintar, para pescar, como decía Marx: para ser feliz. La filosofía de la liberación dice que sí: iremos a otra civilización, o nos suicidaremos. Y no es una posibilidad, es inevitable. Estoy hablando apodípticamente: o cambiamos, o desaparecemos”.

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