Nada es sagrado: ¿Bake Off o F*ck Off?

Pues sí, muchos ya deben estar blasfemando en español y en inglés ante el giro que tomó el reality la última semana. ¿Se puede defraudar así a los televidentes y salir impune? ¿Tiene que hacerse de vuelta el final?

La conductora del programa, Paula Chaves / Gentileza
La conductora del programa, Paula Chaves / Gentileza

La televisión argentina es un conventillo delirante, pero a veces se pasa de la raya. Nadie hubiera esperado, hasta esta semana, que las pasiones populares, los enconos digitales y las noticias más escandalosas del chimenterío no iban a venir de la farándula o de la cancha... ¡sino de un reality show protagonizado por pasteleros!

“Bake Off”, que ya venía en el podio del ranking en tiempos de cuarentena, se llevó esta semana todo el mérito para convertirse en uno de esos programas que se van a recordar por muchos años todavía.

Es que la segunda temporada, que había sido grabada el año pasado, se televisó en plena crisis sanitaria y captó desde el principio toda la atención de la audiencia, en un marco envidiado como el prime time del domingo de Telefe. Pero si bien empezó con mucha cosa dulce y hasta el fin de semana pasado lo más serio que tenía el envío eran las caras de malo de Christophe, la cosa desbarrancó rápido.

No: el bochorno inesperado del final no iba a ser un bombón mal desmoldado o una torre de éclairs aplastados con coronación de cuerno de seudounicornio... no, el escándalo lo iba a protagonizar Samanta Casais, quien, por si ya no sabían, pretendió burlar a la producción, a sus compañeros y a todos los argentinos y argentinas. Fue consagrada el domingo pasado como una de las tres finalistas y casi instantáneamente las redes, que ya la odiaban por su tendencia a llorar por cualquier cosa, destaparon la olla.

Así nos enteramos que Samanta trabajó profesionalmente en cocina durante varios años, algo que está prohibido por reglamento. Por ejemplo: fue encargada de la repostería del café San Juan en San Telmo, algo que lo demuestran incluso notas en páginas web. Y por si fuera poco (miren la deformidad de las cosas que estamos debatiendo) nos enteramos de que a Samanta también la invitaban de C5N a enseñar sus recetas. Como mínimo, una chica desleal. Ni Marianela Mirra se animaría a tanto.

Pero a ver, ¿en serio la producción de “Bake Off” no estaba enterada de esto? Le deben una explicación a los televidentes ya mismo. Pero por el momento, las redes ya hicieron justicia por mano propia. Ya habían empapelado Twitter bajo el hashtag #sachanta, pero lo de esta semana tocó picos de ensañamiento, pues en algunos programas rescataron una causa judicial que tenía Samanta hace tres años, según la cual sería culpable de homicidio culposo por un accidente de tránsito, en el que habría matado a un anciano. ¿No es mucho...?

Aunque todavía no sabemos quién ganó el reality, algo que se televisará el domingo que viene, ya muchos piden con total indignación que se vuelva a grabar la final, porque el rumor más extendido asegura que Samanta Casais se alzó con los 600 mil pesos.

Fuera o no cierto, lo justo sería que que la final estuviera protagonizada por Damián Pier Basile, Agustina Guz y Agustina Fontenla, eliminada en semifinales (y quien, según otras investigaciones, habría hecho también un curso de pastelería hace años, pero nunca ejercido).

Christophe Krywonis, Damián Betular y Pamela Villar, los jurados, deberían volver a poner a prueba a los concursantes, ahora bajo el protocolo televisivo que pide el coronavirus. Probablemente Paula Chaves, quien está en los últimos días de un embarazo, no se arriesgue a conducir y otro la reemplace... ¿pero no sería lo justo? Y Samanta, la malvada, debería hacerse presente y tener al menos la oportunidad de dar su versión de la historia. ¿Se imaginan el éxito? Por fin un buen rating también haría justicia.

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