El año de la marmota

Alguien lo calificó como el tiempo de la marmota. Sabemos que la marmota es un animal de poca acción física y por eso el ingenio popular tilda de marmota a aquel que se deja estar o a quien no hace nada.

Podríamos tildarlo al 2020 como el año de la marmota aunque, a lo mejor, sería preferible borrarlo de los calendarios. / Gentileza
Podríamos tildarlo al 2020 como el año de la marmota aunque, a lo mejor, sería preferible borrarlo de los calendarios. / Gentileza

Pues en tiempos de pandemia, todos nos parecemos un poco a dicho animal. Hacemos poco, porque poco podemos hacer. Estamos encerrados entre cuatro paredes y nuestra capacidad de movimiento es escasa. No tenemos la posibilidad de movilizarnos más allá de los metros cuadrados, escasos que nos tocó por encierro.

Dice el Gobierno que es la mejor forma de controlar el mal, pero ya han pasado los doscientos días con creces y la mejoría no se nota. ¿Tal vez  haya otra forma de combatirlo?

Mientras tanto, somos los de adentro, los de tierra adentro, los del interior. El interior es nuestro país.

Y claro, esto pone de muy mal talante a gente con la disponibilidad de hacer cosas que, sin embargo, tiene que permanecer encerrada precisamente sin hacer cosas.

Ahora entendemos lo que es estar prisioneros. Prisioneros a favor de nuestra voluntad, porque acatamos con cierto grado de eficiencia las órdenes que emanan de la autoridad superior.

No es que nos pase sólo a nosotros. Ocurre también en otros países, en muchos de los cuales se está observando un rebrote del virus que los ha llevado a tomar medidas extremas, como es el toque de queda.

Pero el problema es psicológico. Tanto encierro mina nuestra capacidad de intentar algún movimiento y entonces aparecemos como estatuas en medio de un mar de noticias que nos abruman.

¿Cómo repercute esto en nuestras mentes? Nada bueno ha de indicar cuando alguien soporta tanto. Cuando alguien soporta tanto las ganas se van a dormir y quedamos atados a la circunstancia de no poder hacer lo que queremos.

Se verá en el futuro cuáles son las consecuencias pero indudablemente no serán buenas. Los psicólogos deben de haber incrementado su participación en nuestra sociedad atendiendo a los casos que se presentan, que deben de ser numerosos.

Ahí andamos, aquí andamos, aquí no andamos, bichando lo que ocurre en el exterior a través de la ventana real, la que tenemos en medio de la pared, o la ventana virtual que nos suministran las máquinas de la modernidad.

Y no se puede hacer otra cosa que no hacer. Porque, como todos sabemos, el bicho sigue vivito y coleando y no cesa en su ataque. Entonces salir es peligroso, es un riesgo. Entonces nos guardamos con toda la bronca en silencio y con la voluntad arrugada como un viejo billete de 10 pesos.

Por eso hablaba de la marmota en el inicio de este esperpento: porque nos parecemos un poco a ella. Porque la inacción nos ha ganado y permanecemos, duramos, estamos, pero no ejercemos la vida plena como en otros tiempos. Porque hibernan en sus madrigueras casi siete meses, como nos ha ocurrido a nosotros.

Podríamos tildarlo al 2020 como el año de la marmota aunque, a lo mejor, sería preferible borrarlo de los calendarios.

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