El duelo por la verdad, las mismas canciones de siempre y el PJ en el abismo

El Gobierno descansa en el respaldo social que tiene y en el descrédito que ostenta su rival para superar la crisis política desatada por el caso Bonarrico. Como una vieja banda de rock, Cambia Mendoza y el peronismo repiten sus hits de los últimos tiempos, pero no producen nada nuevo. El partido opositor sufre la falta de líder y de una idea que cautive.

Ilustración Gabriel Fernández
Ilustración Gabriel Fernández

“Los mendocinos sabrán a quién creerle o no”. La primera declaración pública de Rodolfo Suárez sobre el caso Bonarrico revela como pocas veces los cimientos del pensamiento de la alianza gobernante: con la credibilidad del peronismo por el piso, el oficialismo descansa en la certeza de que siempre tiene margen para salir bien parado de una crisis política.

El respaldo de las encuestas es la clave. Hoy, el 50% de la población cree que Cambia Mendoza tiene la razón cuando lo compara con la oposición y por eso lo vota. Así, esta nota comienza en el mismo lugar que concluyó la de la semana pasada: el duelo por la verdad.

Desde que el pastor evangélico aliado del oficialismo dijo lo que dijo sobre las razones del subsidio para su fundación y desató un escándalo cuyos efectos aún perduran, Suárez no se había enfrentado a la prensa. Pasaron exactamente cuatro semanas. Sus viajes a Neuquén, Buenos Aires y Canadá lo ayudaron a poner distancia. Y cuando habló el jueves, hizo más foco en la oposición que en las razones que llevaron a decidir la entrega de 18 millones de pesos en dos años, luego anulada.

Para sostener el respaldo que le dan las encuestas, el Gobierno debe alimentarlo. Es cierto, no se pierde por un error, ni por dos. Pero la sucesión de errores desgasta. Sentirse el dueño de ese 50% puede llevar a minimizar el impacto de las equivocaciones, esquivar la autocrítica y, como consecuencia, repetir desaciertos.

Cuando ese proceso comienza, el blindaje social inicia una lenta erosión y las balas que antes rebotaban, empiezan a entrar. Es cierto, para que ello ocurra primero la sociedad debe ver una alternativa que pueda hacer las cosas mejor. Y es allí cuando el peronismo queda desnudo.

Este PJ que desde 2011 no gana una elección, a su vez, parece conformarse con el 25% que sí le cree y por eso le habla sólo a los suyos. Todas sus acciones van en ese sentido. Desde lo que hace y dice en la Legislatura a los actos en los departamentos para agitar la militancia o lo que escriben sus referentes en las redes sociales.

Esa decisión implica desechar la búsqueda de un mayor consenso social, olvidar la ambición de generar un proyecto provincial y dedicarse a conservar lo poco que tiene. El riesgo es grande porque incluso puede perder más en ese camino que tomó: el frente liderado por la UCR sueña con arrebatarle Maipú en 2023, tras 40 años de gobiernos pejotistas.

El peronismo que se conforma no representa una amenaza hoy para el oficialismo y el resultado es claro: no sólo el debate público, sino sobre todo la gestión se achatan. Hasta funcionarios provinciales lo admiten.

El resultado está a la vista. Los temas en discusión son siempre los mismos y los argumentos para impulsarlos o rechazarlos también. ¿La consecuencia? Tedio, hastío y parálisis.

Como una vieja banda de rock que sale de gira para tocar sus hits de antaño, porque hace rato que ya no producen nada nuevo, Cambia Mendoza y el Frente de Todos se repiten convencidos de que su público no quiere escuchar otras canciones.

“Les creen a ellos o nos creen a nosotros”, insiste y desafía un ministro al otro día de aquella declaración del Gobernador. Está confiado en cuál será la respuesta mayoritaria.

Jugar a la grieta

Uno de esos viejos hits que promete escucharse todo este año, al menos, es la reforma constitucional. Suárez encontró en el temprano rechazo peronista de 2020 la manera de sostener en la agenda su propuesta, aunque nunca sea aprobada.

Tres de los cambios que plantea el texto son usados para mostrar al Gobierno cerca de los intereses de la gente y al PJ bien lejos: la eliminación de una cámara legislativa, las elecciones cada cuatro años y la prohibición de que la Provincia gaste más de lo que recauda para bloquear en adelante la posibilidad de que haya un festival de gasto público, y su consecuente déficit fiscal, al que le ponen nombre y apellido: Partido Justicialista

Esos argumentos van a seguir escuchándose en boca de funcionarios y legisladores radicales. Así como las críticas al senador Lucas Ilardo, el frontman legislativo al que señalan como ideólogo de la estrategia opositora.

La grieta rinde en una Mendoza que se sostiene como territorio anti K, aunque sin promocionarlo el Gobierno mantiene un diálogo fluido con algunos ministerios nacionales y también con legisladores nacionales del PJ.

Volver a tocar los hits también sirve para tapar que no hay nada nuevo. La agenda legislativa que viene incluye un par de proyectos fiscales y la olvidada ley de Educación, otra canción ya escuchada, que impulsó el Ejecutivo y luego frenó por el rechazo docente. Algunos dicen que se reimpulsará, otros que por ahora no.

Así como Suárez vuelve a sus clásicos, Alfredo Cornejo también, cada tanto, toca otra vez su obsesión: la Justicia. El ex gobernador siente que la actual gestión no tiene la misma pasión por lo que ocurre en Tribunales y aquella lucha que él encarnó contra el garantismo. Por eso cada tanto escribe un tuit sobre eso.

Sí sorprendió el senador nacional cuando el viernes salió a cuestionar por Twitter la gestión de Daniel Pizzi en la Universidad Nacional de Cuyo por los paros en los colegios. Hizo pública la crítica que antes era subterránea. Claro, después de las elecciones que aseguraron la continuidad radical al frente del rectorado.

Aquel triunfo pírrico de hace un par de semanas en la UNCuyo ha dejado marcas en el oficialismo. De hecho, de no ser por el cambio en las reglas de juego sobre los votos en blancos, definido al final de la carrera y no al principio como corresponde, habría habido el jueves último un balotaje de resultado indescifrable.

Lo ocurrido en la universidad es una señal de advertencia que recibió el oficialismo justo un año antes de las PASO provinciales de 2023.

Los dueños del “no”

Desde aquel respaldo a la modificación de la ley 7722 en diciembre de 2019 hubo pocos acuerdos entre el Gobierno y el PJ. Este año sólo cuentan dos, uno para favorecer las viviendas sociales y el otro la emergencia en anestesiología. Ni la boleta única apoyó, a tono con la postura que tiene el Frente de Todos nacional en el Congreso.

El diálogo político e institucional ahora está quebrado. Como quedó claro en el comunicado peronista y como lo sostienen en privado. Sí hay charlas informales, pero no más.

El apuntado ministro de Gobierno, Víctor Ibáñez, no irá a la Legislatura por más que insistan. “No puede ir a decir allí lo que luego va a tener que explicar a la Justicia sobre el convenio con Bonarrico”, argumentan a su lado.

Así, aquella ilusión oficialista de cambiar la Constitución, por estar a un par de votos en cada cámara, parece esfumarse. “La reforma está terminada. No vamos a apoyar en este contexto político y económico. Y si alguno de los nuestros quiere jugar de otra manera, vamos a ser implacables”, avisa un referente legislativo del PJ.

Hay un argumento que también repetirán una y otra vez: “El proyecto oficial implica un retroceso y sólo persigue la eliminación de controles”.

El peronismo se siente acorralado a medida que se acercan las elecciones y por eso grita. Es la manera de mantener su unidad. La situación lo desborda. No encuentra el liderazgo ni la idea que pueda enamorar a los mendocinos y siente que camina hacia otra derrota. Por eso vuelve a toca la misma canción, la única que aparentemente recuerda.

Un dato es clave: mientras en la alianza gobernante de la UCR y el Pro parecen sobrar los candidatos a gobernador, no hay ningún peronista anotado en serio hasta ahora. Todos rehúyen, se hacen los distraídos.

Los que se muestran en realidad quieren otro destino, el Congreso, y los que son nombrados pero no hablan es porque analizan una y otra vez si vale la pena el esfuerzo de poner la cara para recibir una bofetada.

Como si esto no bastara, el escenario nacional hace más compleja la situación. Un presidente que no atina ni en los discursos, una vicepresidenta que cuestiona cada paso, gobernadores que buscan cuidar su quintita y una economía sin rumbo.

Un dirigente de mil batallas, apesadumbrado, lo define sin ambages: “Estamos en el peor de los mundos”.

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