El peronismo juega al distraído sin candidato y sin plan

La pelea de De Marchi con Cornejo es la división que imaginaban como la condición necesaria para volver a pelear por la gobernación. Pero los problemas del PJ son más profundos y no los soluciona la crisis de Cambia Mendoza. La falta de postulantes demuestra que está lejos de ser competitivo. Unidad, interna o Hinojosa, los escenarios que tiene por delante.

Ilustración: Gabriel Fernández
Ilustración: Gabriel Fernández

Los peronistas mendocinos se han sentado en primera fila, con una bolsa de pochoclo en la mano, a disfrutar la cruenta interna en el oficialismo. Es la situación que sueñan hace siete años. Sólo que de tanto ansiarla, nunca se dieron cuenta que no bastaba sólo con que ocurriera para volver a tener posibilidades de gobernar.

El protagonismo excluyente de la pelea de Omar de Marchi con Alfredo Cornejo ha alejado del foco al Frente de Todos, con una ventaja clara: le da tiempo para solucionar su propia crisis interna y el vacío existencial que atraviesa. Pero también con una desventaja: nadie habla de la principal fuerza opositora.

Aunque la crisis del peronismo es diferente a la oficialista. La de Cambia Mendoza está alimentada por el mareo propio de las hegemonías y se ha vuelto estrictamente personal, esa instancia en la que los acuerdos parecen imposibles. No se trata de una disputa por ideas, sino pura y exclusivamente por quién ejerce el poder.

En el frente opositor, la división se da por las disidencias ideológicas. Dos miradas distintas de la realidad y de las soluciones. “Progresistas versus conservas”, como lo define un protagonista de esos desencuentros. Aunque hay profundos enconos personales, nada insalvable en una negociación entre seres pragmáticos como suelen ser los herederos de Perón.

Sobre todo porque ninguno muere ni mata por ser candidato a gobernador en este contexto. Como si no bastaran sus propias carencias, la gestión nacional sólo los hunde más.

El problema más profundo que tiene el PJ es que esas diferentes miradas que alberga no son hoy, de uno y otro lado, más que un puñado de enunciados y posicionamientos casi dogmáticos. Ninguno tiene un plan.

La derrota que en 2015 lo dejó fuera de la gobernación nunca fue asimilada por el peronismo como un llamado de atención para cambiar. Hubo duelo, sí, aunque no llevó a una autocrítica que fuera más allá de decisiones electorales erradas o la mala gestión de Paco Pérez. La ruptura con la sociedad, en realidad, había comenzado mucho antes, incluso antes de su última victoria electoral, en 2011.

El PJ provincial se volvió desde fines de los ´90 una confederación de justicialismos municipales y aún no puede salir de esa lógica. Ni el dominio interno de La Cámpora logró romper esa inercia: nunca pudo provincializar su proyecto político.

La posible ruptura de la alianza de De Marchi con la UCR hace soñar a muchos con un peronismo en carrera, pero son pocos los muy optimistas e incluso estos terminan aceptando que no hay chances de ganar.

“Si fuésemos competitivos, tendríamos 7 u 8 candidatos a gobernador y esta vez ni Carmona se presenta”, define un intendente el mal momento.

Hacia adentro, admiten que el referente del Pro está haciendo el trabajo que ellos no podrían hacer: desgastar a Cornejo ante los mendocinos. “A él le creen más que a nosotros”, asumen con resignación, pero entendiendo que finalmente puede servirles para no quedar tan lejos en el resultado final del 24 de setiembre.

“Nosotros gobernamos Mendoza cuando eran tres los partidos que competían, ahora mágicamente está volviendo a pasar y no lo aprovechamos”, se lamentan en el kirchnerismo, convencidos de que podrían achicar la brecha electoral con el oficialismo.

De Marchi alimenta su amenaza de ruptura en la creencia de que puede disputar el segundo lugar. Para ello, no solo debe armar un frente que podría incluir a algunos justicialistas como Iannizzotto, al “verde” Vadillo, a Difonso (el último en abandonar el oficialismo) y al Partido Demócrata, sino también pescar votos en el electorado de Cambia Mendoza y entre los decepcionados del peronismo.

“El tercero no resta votos al primero sino al segundo”, aseguran en el radicalismo. “A nosotros no nos puede sacar nada porque ya estamos en el piso con el 23/25% que tenemos”, se atajan en el frente opositor.

“¿Yo señor? No señor”

La ilusión del PJ con De Marchi igual sufrió un golpe la semana que pasó, cuando se anunció que el Pro será parte finalmente de Cambia Mendoza en los siete departamentos que adelantaron elecciones. “Es un signo de debilidad”, asume uno de los intendentes que fue señalado como posible aliado del diputado nacional.

Los demarchistas buscaron mostrar como un triunfo que no intervinieran el Pro en Mendoza, como amenazaba Patricia Bullrich con el aliento radical. Pero una intervención en un distrito grande hubiese sido un escándalo que no le convenía a nadie en ese partido y una desautorización para su principal referente local.

Por eso se optó por otro camino, menos dañino, pero que llevó a la consecuencia buscada: que De Marchi termine aceptando la integración del frente en esos municipios, cuando una semana antes la rechazaba y el día previo a la reunión en Buenos Aires había dado libertad de acción a cada departamento para tomar la decisión.

Desde el partido local dicen que se respetó su postura de discutir la alianza provincial cuando se acerque el plazo para inscribir los frentes para la gobernación, el 12 de abril, pero nada hace prever ahora que la decisión será distinta en ese momento. La claudicación al parecer será en cuotas y el Pro, todo indica, estará dentro de Cambia Mendoza nuevamente.

La clave de ese paso atrás, dicen, fue Horacio Rodríguez Larreta, que no podía permitirse que uno de sus operadores consumara una rebelión justo en la semana que él iba a confirmar su postulación presidencial.

Cerca del jefe de Gobierno porteño fueron ambiguos en su respuesta, pero remarcaron que siempre ha bregado por “la unidad”. Ahora la duda es si De Marchi aceptará volver, después de todo lo que dijo, o terminará yéndose como había decidido.

Pero ni la novela oficialista puede ocultar el mayor déficit del peronismo: no tiene candidato a gobernador.

Anabel Fernández Sagasti ya dijo después de la derrota en 2021 que daba un paso al costado y dicen que sólo volvería a serlo, obligada, si hay una interna y enfrente está Emir Félix.

Adolfo Bermejo, que sigue siendo el peronista con mejor imagen, no quiere saber nada con volver a ponerse ese traje: “Ya fue”, respondió a uno que le fue a insistir hace unos días.

Pero la presión interna es fuerte. “Anabel y Adolfo llevaron al PJ hasta acá y se deben hacer cargo”, dice uno que se ubica en la otra vereda. “Hemos invertido en ellos mucho en las últimas campañas, no pueden borrarse”, pasa factura otro.

El sanrafaelino Emir Félix aparece como el líder de un frente que une a cuatro intendentes (con Righi de Lavalle, Aveiro de Tunuyán y Stevanato de Maipú). Pero su delicada salud y la oposición de su familia son un obstáculo. Ante la insistencia de algunos que lo llaman, mandó un mensaje interno: “No voy a ser candidato por descarte”.

Righi es otro que suena. Pero dicen que se ve más como segundo que como primero en una fórmula. Es uno de los que pide por Félix y éste a su vez lo propone a él como candidato.

Así, la dirigencia del PJ parece estar jugando al distraído. El que se descuide, será el candidato. Entre tanta negativa, hay uno solo que quiere y lo ha dicho: Martín Hinojosa, el presidente del INV. Hasta ahora muy limitado en sus opiniones a la vitivinicultura, desde esta semana empezará a levantar el perfil en otros temas.

Hinojosa es el único que tiene una cualidad de la que carece el resto: puede expresar “lo nuevo” y atraer votos fuera del núcleo duro, en la codiciada clase media. Eso tal vez termine ayudándolo, tanto como que no sería el candidato de ningún sector.

Unos y otros dicen que lo ideal sería la unidad y para lograrla imaginan una fórmula mixta. Con algún intendente o Bermejo arriba y un kirchnerista duro como vice sí o sí. Esa es la condición que pondrá la condición actual. “Cristina sigue siendo la que más mide del peronismo”, argumentan.

Pero en ambos lados de la grieta peronista tienen ganas de probarse. “Si quieren desafiarnos, los vamos a aplastar”, dicen los K. “Hay que demostrar que somos distintos”, replican los antikirchneristas.

Lo único que los aleja por un rato del pesimismo es la goleada a Cambia Mendoza que imaginan en los municipios que adelantaron la elección. “Puede ser 7-0″, dicen los que se ilusionan con pasar por el medio en San Carlos, donde hoy son oposición.

Pero antes de festejar, el peronismo tiene todo por resolver: su crisis interna, el candidato y un plan para gobernar Mendoza.

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