La puerta de salida de un país siempre en veremos

¿Cuáles son esos datos respecto de los argentinos que emigran? Tres posibilidades: no existen, no se dan a conocer o es muy difícil encontrarlos. Si intentamos una muestra casera -sin valor estadístico, claro- podríamos coincidir en que se van del país muchos jóvenes con título universitario.

Aeropuerto de Ezeiza.
Aeropuerto de Ezeiza.

Dicen que primero fue un grafiti escrito furtívamente con aerosol en una pared del microcentro, cuando Buenos Aires era la Capital Federal y no la Ciudad Autónoma. Dicen que los autores fueron un precursor grupo grafitero que se hacía llamar “Los Vergara” que, después se supo, eran los hermanos Adrián, Diego y Alejandro Korol, junto con otros laderos.

“Argentina tiene una salida: Ezeiza” escribían allá por los tempranos ‘80, cuando la primavera democrática empezaba a dar señales de que comenzaba a marchitarse. Ese grafiti llegó a las paredes de casi todas las ciudades argentinas donde grafiteros urbanos lo replicaron hasta convertirlo en irónica frase popular que circuló en la mesa de cualquier café donde se arreglaba el mundo.

En este país siempre en veremos, aquel grafiti podría leerse también hoy. Tanto que en el ciclo “Democracia y desarrollo”, que se realizó esta semana en el Malba, el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, lo reescribió a su manera: “Vamos a Ezeiza y vemos hordas de jóvenes que se están yendo” dijo durante un espacio de debate. Lo cruzó el ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación del gobierno nacional, Daniel Filmus: “No es real que se estén yendo los profesionales ahora y no en los cuatro años anteriores. Hay que ver los datos” contratacó.

¿Cuáles son esos datos respecto de los argentinos que emigran? Tres posibilidades: no existen, no se dan a conocer o es muy difícil encontrarlos. El sitio Ser Argentino publica uno que, según asegura, surge de cruzar números de la Dirección Nacional de Migraciones y de la ONU. Según este artículo, entre setiembre de 2020 y junio de 2021 dejaron nuestro país 57.737 personas que, como motivo del viaje, declararon mudarse al exterior.

Ahora, si intentamos una muestra casera -sin valor estadístico, claro- entre familiares, amigos y conocidos podríamos coincidir en que se van del país muchos (¿demasiados?) jóvenes con título universitario. Formar un profesional en una universidad pública argentina demanda, según datos extraoficiales, entre 45 mil y 60 mil dólares. Asi, la emigración de materia gris es una condena lenta y una inversión que se transforma en gasto.

A falta de precisiones hay indicios. Una encuesta de perspectivas de los jóvenes a futuro, realizada en junio pasado por la consultora Voices! y el Centro de Investigaciones Sociales de la UADE, revela un pesimismo mayoritario respecto del futuro del país para los próximos diez años. La franja más pesimista es la de entre 25 y 34 años: 77% cree que la situación de la pobreza estará peor o mucho peor. Por eso no extraña que 70% de los jóvenes diga que desearía vivir en el exterior. España (25%), Estados Unidos (11%) e Italia (9%) aparecen como los lugares que elegirían para radicarse.

Otro dato de la realidad sostiene estos números. Las nueve sedes consulares de Italia que existen en nuestro país están desbordadas. Los turnos que se consiguen hoy son para enero o febrero de 2023 ya que desde el año pasado las consultas crecieron entre 400 y 500%. Como el pedido se hace vía digital, los interesados hacen guardias desde temprano frente a la computadora para ingresar al sitio consular que les corresponda y entrar en la fila de espera. El problema es que recurrentemente colapsa y hay que esperar hasta el otro día.

Ni siquiera los más de 300 euros que demanda el trámite son un obstáculo, puede más el objetivo de poder trabajar, estudiar o vivir en algún país europeo e, incluso, entrar a EEUU sin visa, gracias a un acuerdo entre ambos Estados. Según aseguran quienes están involucrados en este tipo de gestiones tanto aquí como en Italia, la guerra en Ucrania tampoco frenó el interés.

En el caso de la sede consular de Mendoza -que atiende también al resto de las provincias de Cuyo- tiene registradas a 82 mil personas con ciudadanía italiana y, según dijo a radio Nihüil el cónsul, Piero Vaira, desde julio apuntan a dar 500 turnos por mes. “La demanda es muy fuerte. Después de la pandemia hubo una crecida significativa” aseguró el funcionario.

Italia funciona como la puerta de entrada a Europa. Tanto para los africanos que se arrojan por desesperación a los peligros del Mediterráneo como para chicos de más de 20 años que se van de un país siempre en déja vu que no les ofrece más que una nueva versión, más pobre aún, de lo que describen las anécdotas de sus mayores. Al parecer, funciona casi como un espejo de lo que sucedió en 2001. Las crisis reactivan la ida de tramitar la ciudadanía italiana que tiene una ventaja por sobre otras: no tiene limitaciones en cuanto a generaciones.

Muchos de nuestros abuelos llegaron a la Argentina escapando de la violencia o empujados por la pobreza que esta desparramó por la Europa de entreguerras del siglo pasado. Vinieron y poblaron nuestro país con la esperanza de “hacer la América”, e hicieron la Argentina. De a poco, muchos de nuestros hijos, sus bisnietos, emprenden un doloroso regreso.

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