Otra pulseada colosal

Hoy no hay margen de maniobra y el déficit cero no da licencia para emitir. Los gobernadores que no sustituyan partidas nacionales con podas provinciales invocarán federalismo.

Discurso del presidente Javier Milei ante la Asamblea Legislativa en el Congreso. Foto: Federico Lopez Claro
Discurso del presidente Javier Milei ante la Asamblea Legislativa en el Congreso. Foto: Federico Lopez Claro

Siempre hubo regateo entre las provincias y la nación. Habría que rever todo el sistema de recursos y distribución. Hasta hubo un gobernador que “saqueó” el Banco Nación de Río Negro, para pagar sueldos; purgó su “exceso” procesado penalmente.

Pero la puja generalizada actual es nueva. Hoy no hay margen de maniobra nacional ni provincial. El déficit cero no da licencia para emitir. Y los gobernadores que no sustituyan partidas nacionales con podas provinciales – está visto – invocarán federalismo.

Siempre fue así. Cuando Alfonsín desilusionó a La Coordinadora (su Cámpora), con un discurso de Economía de Guerra, amagando cumplir con el Plan Austral de Sourrouille, lo incumplió, remitiendo a las provincias adelantos del tesoro vía emisión, complaciendo sus requerimientos. Lo superó el temor a perder votos; los perdió igual con la hiperinflación, que no supo, no quiso o no pudo evitar (era keynesiano congénito); seguía el postulado “mentime que me gusta”. Emitir sin respaldo es mentir. Parecía no tener conciencia de ello.

Nunca nadie hasta ahora propuso eliminar el déficit. Enredarse en negociaciones, intentando persuadir a quien no está convencido de lo indispensable de achicar el gasto, es condenarse a ceder. Más todavía, si los que exigen concesiones deficitarias te mocharon la ley madre.

Tampoco antes hubo difusión didáctica convincente del pensamiento liberal. Ni López Murphy ni Alsogaray calaron, tampoco Espert, algo energúmeno, fue suficiente. Hizo falta extravagancia disruptiva. Faltó la mínima pedagogía compensadora del adoctrinamiento colectivista. Prensa, escuela, universidad y gobiernos... todos tuvieron sesgo (inclinación desproporcionada a favor de algo injusto), muy estatista. Al punto, por ejemplo, de imponer el lenguaje inclusivo.

Las redes son diferentes. Arbitrarias, por eso, más libres de manipulaciones sesgadas (excepto los trolls). Milei usa redes, comunicándose sin intermediarios con la gente: accede al debate crudo de temas para menores de sesenta años; los más grandes ven por televisión esa crudeza, horrorizados.

¿Que Milei no negocia? Al objetársele las facultades delegadas, las achicó a la mitad. Cierto, pero cuando le negaron el manejo de los fideicomisos, echó atrás toda la ley, comprendiendo que no le permitirían cambios profundos. Sólo maquillaje.

Hugo Alconada Mon investigó seriamente las cajas negras de fideicomisos híper millonarios, robándose 2% del P.B.I. (dos de los cinco puntos pretendidos para bajar el déficit). Mostraron la putrefacción del sistema. Igualmente le votaron negativamente el Inc. “h” del Art. 4º: “transformar, modificar, unificar o eliminar asignaciones específicas, fideicomisos o fondos fiduciarios públicos.” Los calificó de delincuentes traidores.

Escuché: ¡Qué quilombo! ¿Alguien pudo imaginar salir de tanta porquería naturalizada, sin una pulseada fenomenal, entre los que ajustan y los que siguen negando su necesidad? Entonces, ¿Esta bien enojarse? Sí, pero sin insultar.

Ahora, recapacitemos: ¿por qué agravia? Si no es tan tonto como Kiciloff, ni tan desequilibrado como CFK. La explicación – no la justificación – es simple: la degradación socio-cultural, más las redes, condujeron a sólo poder acceder emocionalmente a la mente de la mayoría, principalmente insultando, casi únicamente. ¿Eso está bien? No.

Pero es posible que – como la democracia tiene por dogma la primacía de la mayoría -, frente al blindaje mental de la dirigencia política a aceptar la necesidad y urgencia del déficit cero, Milei adopte esa vía, como última ratio. Parece iracundo, es táctica. Electoralmente le resultó. Quizás le votaron por los improperios y por su autenticidad. No por lo que decía, sino por cómo. Téngase en cuenta su condición de economista. Su certidumbre (teórica y empírica) de que, aplicando la ciencia y su técnica, sólo con austeridad severísima podrá Argentina evitar el descalabro final. Así lo explicó. Y ahora se lo rechazan, argumentando que únicamente lo respaldan los votos de la primera vuelta, que los de la segunda valen menos. ¡Por favor!.

Ciertamente, no es como me gusta, pero pareciera que no hay otra forma. Vuelvo a lamentar que Alfonsín – con tanto carisma y ascendencia sobre los argentinos – tuviera tanto problema de piel con la Economía; con la ortodoxa por lo menos.

¿Qué pasará en medio de tanta discordancia? Casi el sesenta por ciento poblacional sostiene el programa doloroso de abstinencia monetaria. Los dirigentes, mayoritariamente, no. Coherentes al fin. Subestiman las consecuencias de la mínima concesión a la mala praxis de emitir. (“un poquito nada más”, reclaman). Esta pulseada o termina con el déficit, o termina mal.

Hasta ahora no hay inconstitucionalidad en la conducta presidencial, solamente agravios. No me parecen nada bien los agravios. Pero, estoy seguro que, muchísimo más grave y de peores consecuencias es no apoyar el plan trazado con el DNU y la ley ómnibus.

No nos distraigamos. Si las provincias tampoco derogan el inmenso cepo de leyes, obedientes al sesgo pseudo ambientalista y de patrimonialidad cultural, tampoco crecerán. No habrá normal crecimiento, con tanto impedimento.

En tal caso, los efectos serán mucho más perjudiciales que el supuesto autoritarismo de los modos repudiables del Presidente.

*El autor es abogado.

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