La campaña más violenta, el destino de los votos de Petri y el poder cicatrizante de Manzano

Como nunca antes, al menos desde 1983, la dirigencia política mendocina se enfrentó dejando de lado su autopercibida ejemplaridad. Pero hubo una decisión en la que todos parecen haber estado de acuerdo: la adjudicación de Potasio Río Colorado al ex ministro menemista. Las encuestas coinciden en que gana Cornejo, pero no en la diferencia sobre De Marchi. Un estudio del FIT devela la migración del voto desde las PASO y hay datos llamativos.

Ilustración: Gabriel Fernández
Ilustración: Gabriel Fernández

Se termina. Al fin. A la campaña más larga y virulenta que se recuerde en Mendoza, al menos desde la vuelta a la democracia hace 40 años, le quedan apenas días. En una semana sabremos quién es el próximo gobernador. Pero sin importar cuál de los candidatos sea el ganador, no llegará indemne después de todo lo que se ha dicho, mostrado y ensuciado.

Esta campaña no comenzó cuando cada frente anunció los candidatos allá por abril. Fue mucho antes. A fines del año pasado. Más precisamente cuando Omar de Marchi empezó a preparar el terreno para abandonar el oficialismo. Con sus críticas y misterio sobre el futuro, puso nervioso a su entonces socio Alfredo Cornejo. Y desde ese instante, el clima se enrareció. Nada fue lo mismo después.

“Ha sido insufrible”, se sincera una voz de Cambia Mendoza que acepta un “nivel de virulencia muy fuerte”.

La que concluirá el viernes a la mañana ha sido la campaña de las denuncias judiciales, los audios delatores y los nervios crispados.

“Estamos todos con el bidón de nafta en la mano”, describe un dirigente de La Unión Mendocina (LUM) y para no dejar dudas sobre los involucrados, enumera: “Nosotros, el cornejismo, el peronismo y los Verdes. Los más moderados, paradójicamente, han sido los de la izquierda”.

La confrontación ganó a la dirigencia política mendocina, que siempre se autopercibió ejemplar, justo cuando en los ciudadanos se expande el mayor descontento del que se tenga registro desde aquel 2001 del “que se vayan todos”. Javier Milei logró captar ese clima mejor que ninguno y de ahí sus ataques a “la casta”.

En Mendoza todos parecen un poco Milei cuando hablan de los rivales. A veces un poco, otras mucha, a todos los asiste la razón. Aciertan las descripciones que hacen en Cambia Mendoza de La Unión Mendocina y el peronismo. Como parecen acertadas muchas acusaciones de La Unión Mendocina al oficialismo. El peronismo también atina cuando define a Cambia Mendoza y a LUM.

El problema es cuando a cada uno le toca autodescribirse. Entonces, ganan las excusas y la negación.

Los militantes se han chocado con la profundizada grieta entre dirigencia y ciudadanos en esa suerte de “misión evangelizadora” que emprenden para llevar la palabra de sus candidatos a los barrios. En los últimos dos años, todo cambió. Allí donde antes eran escuchados, ahora son ellos los que deben escuchar y no precisamente halagos. Cuando les abren. La mayoría, ya no quiere ni recibirlos.

Hace unos días, mientras recorría un barrio tradicional de clase media del Gran Mendoza, uno de esos militantes, con varias campañas encima, debió escuchar la catarsis de un jubilado, que expresa más o menos el tono de muchos: “Los políticos me cagaron siempre. Todos son lo mismo”.

Los encuestadores también deben vencer la barrera de la desconfianza. Son, al fin de cuentas, enviados de la política que curiosean en el estado de ánimo de la gente. Una vez que la barrera inicial cae, entonces lo que escuchan es una catarsis contra la dirigencia que obliga a estirar cada entrevista mucho más de lo previsto.

No por nada, todos los candidatos han evitado las caminatas como años anteriores. El contacto espontáneo con los votantes se redujo al mínimo. No pueden arriesgarse. Sólo se animan en entornos “cuidados”, donde saben que nadie los increpará.

Esta es la sociedad que va a ir a votar el fin de semana próximo. Y también la que, probablemente, como ha ocurrido hasta ahora en todas las elecciones provinciales, termine faltando en gran proporción para manifestar ese enojo visceral que cargan.

Pasaron en las últimas semanas dos hechos inauditos, que no fueron propios de la campaña pero que fueron usados y tiñeron todo: los saqueos en Las Heras y el intento de asesinato de la fiscal Claudia Ríos.

Lo ocurrido el miércoles pasado, durante una audiencia en el Polo Judicial, no registra antecedentes. Su gravedad es extrema. Y refleja cuanto menos ineptitud. También alimenta visiones conspirativas. Que los penitenciarios no pudieran detectar la chuza en todos los controles inmediatamente hizo pensar en una connivencia. Pasaron de la incapacidad para el rol que cumplen a un complot.

Justo cuando las fuerzas de seguridad son eje de un debate de campaña: si deben seguir bajo el mando de un civil, como desde la reforma del 99, o volver a ser comandadas por un policía, como propone De Marchi.

Un peronista está convencido, desde que el caos ganó los alrededores de la lasherina calle Independencia hace cuatro semanas, que nada es casual. Pero sobre todo apunta a un nuevo escenario: “El Gobierno perdió el control de la Policía”.

Lo ocurrido hizo quedar muy mal al oficialismo a días de la votación. Si no se consumó el asesinato de la fiscal fue, por lo que se sabe hasta ahora, pura fortuna. Desde la Justicia apuntaron directamente a los errores de la custodia para explicar el ataque.

En el oficialismo evitan la mirada conspirativa. Y aunque admiten una “mala praxis” penitenciaria, cuestionan a la Justicia. Primero por hacer presencial una audiencia que podría haberse hecho virtual. Segundo, porque el juez permitió que le sacaran las esposas a un asesino en la sala. Cuando la responsabilidad es de todos, ya se sabe, no es de nadie.

Sin margen

El clima social y político anticipa que seguramente la “Luna de Miel” no existirá para el sucesor de Rodolfo Suárez. No hay tiempo de gracia para ninguno. Ya lo consumieron todo durante todos los años que no dieron las soluciones esperadas por la gente.

Si el elegido es Cornejo, deberá cargar con el desgaste de la gestión actual y el propio, potenciado sobre todo en los últimos meses. Volver no es el mismo que llegar.

Si el triunfador es De Marchi, tendrá que hacerse cargo de todo lo que prometió y sobre todo de que, más que como una esperanza, llegará como la expresión del rechazo a su ahora archirrival. No es el lujanino un candidato que entusiasma, sólo es el vehículo para destronar a Cornejo. No podrá quejarse: él mismo se encargó de construir esa imagen.

La Unión Mendocina se encargó, por primera vez en la campaña, de distribuir una encuesta propia. Fue el jueves al atardecer. Hecha por una consultora reconocida de Buenos Aires, Poliarquía, pone a Cornejo sólo tres puntos arriba de De Marchi. Empate técnico. Con apenas 4% de indecisos. O sea con casi todos definidos.

Los títulos en los portales con esos datos activaron a Cambia Mendoza. Y la obligaron a difundir dos encuestas. Una terminada días antes por Elbio Rodríguez y que no planeaban publicar. La otra concluida el mismo viernes a la mañana por Roberto Stahringer. Ambas ubican a Cornejo entre 15 y 17 puntos arriba, con 8/9% de indecisos.

Esa diferencia se sostiene en amplias ventajas en Guaymallén, Godoy Cruz, Capital y San Martín, y en triunfos cómodos en Maipú y San Rafael. También ganaría en Las Heras, aunque está muy peleada. De Marchi sólo se asegura “su” Luján, con holgura.

El peronismo, que tiene a Omar Parisi como cara visible, está tercero cómodo. Dos de esos tres sondeos lo ubican más cerca del cuarto que del segundo. El restante lo pone más cerca del segundo, pero sin chances de alcanzarlo o darle pelea.

“Lo que puede pasar depende de si el PJ está sólo mal o muy mal. Hoy no está resuelta la elección”, se ilusiona uno de los referentes de LUM, que asegura no creer en las encuestas.

Un estudio muy interesante que hizo el FIT en la última semana devela la migración de los votantes desde las PASO hasta ahora. Los tres principales candidatos retienen más del 80% de los adherentes que tuvieron en junio. El resto, se reparte entre sus rivales. Aunque parezca extraño, hay adherentes a De Marchi que apoyan ahora a Cornejo y viceversa.

Pero sobre todo hay dos datos clave. Las respuestas a los grandes interrogantes que dejaron las primarias. El principal era el destino de los 165 mil votos de Luis Petri. El estudio del FIT muestra que el 48,8% va a su rival interno, Cornejo; el 22,4% a De Marchi y el 12,8% a Parisi. Lautaro Jiménez (3,2%) y Mario Vadillo (2c4%) también reciben algunos.

La segunda duda, menor, era si el PJ iba a retener los 51 mil votos que tuvo Guillermo Carmona en la interna. Y en este caso, tal vez sorprenda más: el 60,5% queda para Parisi, pero Cornejo (14%) recibe más que De Marchi (11,6%).

En una semana, se acabarán los misterios electorales. Pero hay costumbres que nunca tendrán fin en Mendoza, como la sumisión de la política a ciertos poderes económicos.

El hecho más trascendente de este gobierno que se va, y que impactará no sólo en la próxima gestión sino en varias más, pasó desapercibido para la oposición. Extraña casualidad que De Marchi y el peronismo, que aprovecharon cada tropiezo del oficialismo para cuestionarlo, nada hayan dicho de la adjudicación de Potasio Río Colorado. Al parecer, José Luis Manzano logró cerrar la grieta más profunda que haya conocido la política mendocina.

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