El voto urbano y seis municipios hicieron ganar a Cornejo

El gobernador electo consiguió en Godoy Cruz, Capital, Guaymallén, Maipú, San Rafael y San Martín la ventaja con la que derrotó a De Marchi en la provincia. El apoyo al oficialismo cae a medida que baja la densidad poblacional. A diferencia del mapa favorable de 2015, desde diciembre más de la mitad de los gobiernos departamentales serán opositores.

Alfredo Cornejo, rodeado por Rodolfo Suárez y Hebe Casado la vicegobernadora electa, durante el festejo por el triunfo del domingo. 
Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
Alfredo Cornejo, rodeado por Rodolfo Suárez y Hebe Casado la vicegobernadora electa, durante el festejo por el triunfo del domingo. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

Hay en el triunfo cómodo de Alfredo Cornejo que se consumó el domingo particularidades territoriales y políticas que lo explican en buena medida y ayudan a entender a la vez por qué el frente Cambia Mendoza ha logrado sostenerse invicto desde 2015.

Más que nunca, la victoria oficialista se sustentó en el “voto urbano”. Basta adentrarse en los datos que arrojó el escrutinio para confirmarlo. Al futuro gobernador le alcanzó la ventaja que logró en seis de los ocho municipios más poblados para imponerse a su principal rival, Omar de Marchi, en toda Mendoza.

De los 91 mil votos de diferencia que exhibe el escrutinio provisorio a nivel provincial en favor del radical, 89 mil los consiguió en Godoy Cruz, Guaymallén, Capital, Maipú, San Rafael y San Martín.

El orden de mención no es antojadizo: va de la mayor ventaja (25.600 votos en el departamento del que fue intendente) a la menor (8.000).

El dato más llamativo es que Maipú y San Rafael dieron un aporte clave a Cornejo pese a que son gobernados por el peronismo y lo seguirán siendo hasta 2027. Los otros cuatro son radicales y en dos de ellos (Capital y San Martín) los intendentes tuvieron más votos que el gobernador.

En ese grupo, que podría llamarse el núcleo duro del voto cornejista, la brecha porcentual se estira: Cornejo llega a 40% (cuando en toda la provincia tuvo 36% considerando votos positivos y negativos), mientras que De Marchi baja a 25% (de los 27 puntos que reunió a nivel provincial).

Esos números del “núcleo duro” se aproximan casi con exactitud a los que vaticinaban las encuestas que encargó el oficialismo a Elbio Rodríguez y Roberto Stahringer.

Gracias a la diferencia amplia en esos seis municipios, a Cornejo le bastó “empatar” en el resto de la provincia para asegurarse la vuelta al principal despacho de la Casa de Gobierno, que ya ocupó entre 2015 y 2019.

A De Marchi no le sirvió de mucho haber ganado “su” Luján por 5.000 mil votos, mucho más ajustado de lo esperado. Ni imponerse también en Las Heras, el territorio de su ex compañero de fórmula Daniel Orozco, aunque por apenas 900 votos.

En todo caso, los resultados en esas dos comunas, que también son parte del Gran Mendoza e integran el grupo de las más pobladas, confirman la preponderancia del oficialismo en las áreas urbanas. Es allí donde más rescatan la impronta, el discurso y el recuerdo de lo que hizo en su primera gestión el ahora gobernador electo.

El votante de Cornejo, si hubiese que caracterizarlo, es básicamente urbano, masculino, de edad mediana en adelante y de nivel socio económico medio para arriba.

El orden fiscal pregonado, la reforma judicial y del Estado, la pelea con los gremios, la recuperación de la figura del gobernador y la priorización de la seguridad aún son bien valorados por ese grupo poblacional.

Pero ese apoyo parece ir diluyéndose a medida que baja la densidad poblacional. También cae entre las mujeres, los jóvenes y los sectores socioeconómicos bajos.

De hecho, esta vez, Cornejo perdió en otros seis departamentos, además de Las Heras y Luján, y todos tienen una fuerte impronta rural: Lavalle, Santa Rosa, La Paz, San Carlos, Malargüe y Alvear. Éste es el más sorpresivo de todos porque allí ganó su candidato a intendente. Son los efectos liberadores de la boleta única.

A su vez, en los otros cuatro que ganó, además de los seis ya mencionados, o bien lo hizo ajustadamente (como Tunuyán y Tupungato) o bien obtuvo muchos menos votos que el intendente (Junín). Rivadavia es un caso aparte: él venció y su candidato municipal, con el mismo porcentaje (33%), perdió ante un partido vecinal.

Fortalezas y debilidades

El predominio en el Gran Mendoza y en los dos departamentos más poblados fuera de ese conglomerado explica por qué Cornejo ganó, aun reuniendo 129 mil votos menos que él mismo en 2015 y 187 mil menos que Suárez en 2019.

Esa superioridad electoral se da no sólo por méritos del oficialismo, sino también porque la oposición, el peronismo hace cuatro años y La Unión Mendocina ahora, nunca entendió que las candidaturas municipales son la base del éxito provincial. Algo que Cornejo tenía muy claro en 2015.

En Capital y Godoy Cruz, donde más fuerte es el radicalismo, De Marchi se conformó con candidaturas casi testimoniales. En Guaymallén, en cambio, la militancia de Gabriel Pradines le rindió frutos y lo acercó más.

San Martín es otro mal ejemplo: recurrir al intendente derrotado hace cuatro años como candidato le da la razón a quienes hablan de “rejunte” y sólo garantiza una caída contundente. De hecho, un desgastado Jorge Giménez pareció potenciar a Raúl Rufeil, que hasta antes de la campaña era cuestionado incluso por los propios.

Pero así como la derrota deja mensajes a la oposición, el triunfo no debería cancelar los mensajes que los mendocinos enviaron al oficialismo con su voto.

No sólo Cornejo, sino todos los candidatos a intendente de Cambia Mendoza tuvieron muchos menos votos que en las dos elecciones anteriores. Los 47 puntos de Marcelino Iglesias hace ocho años bajaron a 37 con Marcos Calvente el domingo. El propio Mario Abed, en Junín, pasó de 68 a 58.

¿Más mensajes? El voto en blanco en la categoría gobernador fue en Malargüe de 21%, en Tupungato de 20,3%, en Rivadavia de 19,6% y en Alvear de 12%. En el primero de esos municipios, quintuplicó el registrado en el tramo de intendente; en el resto, al menos lo duplicó.

En el mandato que comenzará el 9 de diciembre, Cornejo deberá prestar más atención a ese sector de la provincia, cada vez más grande geográficamente, que ya le da o está empezando a dar la espalda al oficialismo. Si la agenda gubernamental no los incluye, el riesgo electoral crecerá.

De hecho, probablemente el gobernador electo no tenga opción y deba sí o sí contemplar a ese sector. Cuando ganó en 2015, asumieron al mismo tiempo que él diez intendentes radicales y dos aliados (De Marchi y Difonso). Cuatro meses después se sumó otra radical, Norma Trigo, por la renuncia del peronista Sergio Salgado en Santa Rosa. Eran trece contra cinco peronistas. El respaldo y la gobernabilidad estaban garantizados.

Aquel poderío territorial lucirá debilitado desde diciembre con sólo ocho radicales y diez opositores. Habrá dos de La Unión Mendocina (Luján y San Carlos), siete peronistas (Maipú, San Rafael, Malargüe, La Paz, Santa Rosa, Lavalle y Tunuyán) y un ex radical (Ricardo Mansur, de Rivadavia), que por su pasado puede ser más permeable a unirse al bloque de intendentes oficialistas.

Si los opositores se organizan, no hay dudas de que su primera decisión debería ser armar una “liga de intendentes”. Esto repercutiría mucho más profundamente que las negociaciones que puedan darse en la Legislatura. En el territorio profundo puede encontrar su contrapoder Cornejo.

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